El término alemán realpolitik se utiliza para señalar una práctica que incorpora al pragmatismo en la gestión política. Describe a aquellas acciones fundamentadas en circunstancias o factores en lugar de ideologías o prácticas éticas. Originalmente se planteó como la búsqueda del equilibrio que significara conseguir la paz. Esa forma de definición fue cambiando hasta ser entendida como la necesidad en política de ceder principios e ideologías con la finalidad de conseguir un objetivo particular. Este puede ser cierto adelanto o progreso para un sector, o frenar poder o posicionamiento en otros. El pragmatismo en política muchas veces puede encontrar conflictos con la ética y los principios con tal de conseguir sus resultados. La política, desde los clásicos, ha descrito esta práctica como parte de su quehacer común, aunque no por ello la califique de positiva. En otras palabras, el fin, bajo la consigna del “realpolitik,” justificaría los medios.
En estos días el Ecuador vuelve a vivir episodios vergonzosos asociados o “justificados” por estas premisas del realpolitik. Se hicieron públicas las conversaciones provenientes desde el poder Ejecutivo (ad honorem o no) cuyas amenazas dejan la percepción que el Poder Judicial y el Consejo de Participación Ciudadana y Control Social se manejan como patio trasero de Carondelet.
Sectores han intentado justificar como realpolitik al episodio generado en el nombramiento del Superintendente de Bancos, a cuenta que el propósito de esta práctica, de acuerdo con la premisa original, es la búsqueda de equilibrio. Este argumento no resiste justificación. Lo que el Ecuador ha presenciado es la más rancia práctica de la que la clase política puede dar cátedra: Injerencia e intromisión de funciones. Abusos que dejan dudas sobre la independencia en la administración de justicia, o en los nombramientos de representantes de instancias de regulación y control.
El país no resiste más episodios que terminan como material audiovisual para contenido en TikTok. Es momento de hacer una pausa y un meaculpa que permita reflexionar sobre las verdaderas “lealtades institucionales”, sobre las líneas rojas que las ideologías y los principios éticos delimitan. Recuperar la práctica política seria que respete los pesos y contrapesos, que busque el equilibrio de fuerzas. Ese es el verdadero realpolitik.