Hemos sido testigos, si bien no presenciales, del juego truculento, de la lucha visceral, del dame yo te doy, del yo soy más bonita, del yo pego más, del yo soy la mejor opción, para ser candidatos.
Todos, o casi todos aspiran a una pasantía con sueldo, viáticos, mordidas, cama y chocolate, en alcaldías, concejos municipales, prefecturas y juntas parroquiales.
Como todos se creen encumbrados, predestinados, originales y virginales, nadie quiso renunciar a la oportunidad de subirse a los cielos del poder, para desde allí, sentados a la diestra de Dios o del diablo, si es posible inmortalizarse y convivir con vivos y vivísimos.
Y por eso es que volveremos a tener tantos candidatos como tantas piedras hay en la quebrada de Malapamba o en el río Tomebamba.
Volveremos a recordar a Heinz Moeller Freile, quien dijo que entre tanta tracalada de candidatos el menos pensado suele meterse por la tranquera.
Quien duda si en una carrera entre animales veloces y sedientos de mandar en su comarca, saltando, saltando, croando, croando, gana o vuelve a ganar el sapo, aprovechando la tropelía entre aquéllos. Ya verán.
Es que, qué se puede esperar de este Ecuador donde la novelería, la esquizofrenia por dizque refundarlo, hizo trizas el sistema de partidos, permitiendo la reproducción de movimientos como algas en pozos infestos.
Y lo peor es que el Estado los mantiene. Lo peor de lo peor es que les financia la campaña, si bien los más fuertes tienen sus propios financistas, sus propios equipos de contratistas y equilibristas, de asesores, compradores y vendedores, cuando no de familiares y pajarracos dispuestos a decir que, cuando ocurre, no importa ni el milagro ni el santo invocado.
En este Ecuador de contrastes, de constantes desastres, de hechos insólitos como en Macondo, en las próximas elecciones veremos enfrentándose, para una misma dignidad, pero por diferente partido o movimiento, al padre con el hijo, al hermano con la hermana, a la nuera con la suegra, a los consuegros, al ex con la ex, al primo contra el primo, al cuñado con otro concuñado, al vecino con su vecinita.
También a exreinas de las contorsiones. A los que gritan goool, así la pelota sea cuadrada. A las que gritan “ya no ruge la bestia”. A los “santaterezadecalcuta”. A esposas de alcaldes en funciones, creyendo que las sotanas se heredan. A las que se levantaron un departamento a cambio de bendecir una trucha línea de fábrica. A los se cambiaron de camiseta, de número, etiqueta y hasta de gustos culinarios. En fin…
Nos hemos de morir. Nunca veremos la política en serio. Nuestros políticos nos venden un boleto anunciando la película, pero tan pronto rueda la cinta, nos las cambian, llevándose las sillas y hasta el canguil. (O)