Édgar Plaza Alvarado
Ernesto Guevara, apodado el Che, nació en un hogar sin preocupaciones económicas, sólo con el problema del asma que lo acompañó desde la niñez a la muerte.
Egresó de la escuela de medicina en su país, Argentina, pero se hacía pasar como médico. Vagó por Sudamérica hasta embarcarse en México en un destartalado yate junto a ochentena de cubanos que fueron diezmados a la llegada por el ejército del dictador Fulgencio Batista.
Con 12, más Guevara, se salvó y bajo las órdenes de Fidel Castro ingresó a La Habana en una revolución que ayudo a ganar. En la guerra civil iniciada en Cuba aprendió a matar y le gustó, según declaró en una carta a su madre, y no paró; asesinaba al guajiro (campesino cubano) por solamente sospechas de ser un delator.
Ya como gobierno en ningún puesto asignado destacó, antes más bien se ganó el odio y desprecio por los errores e injusticias cometidos sobre todo cuando estuvo frente al llamado Tribunal Popular en donde mandó encarcelar y fusilar a docenas de inocentes mientras complacido veía desde el frente del paredón.
Es encomiable el valor que demostró al defender la revolución cuando los EE.UU., con la ayuda de la CIA, financió una invasión anticastrista. Un año después, en 1962, mientras todos los líderes conscientes del planeta intentaban evitar una guerra nuclear, el Che Guevara deseaba que la URSS bombardeara Norteamérica desde Cuba.
Al no lograrlo se desengañó del comunismo soviético (por blando) y cambió al comunismo chino.
Como delegado cubano a la conferencia Tricontinental de 1964 dijo que la Unión Soviética era tan imperialista como EE.UU. e igual explotaba al campesino, obrero y empleado.
Moscú no toleró más: era él o la gran ayuda económica, técnica y militar que daba a la Isla calculada en 6.000 millones de dólares anuales. Cuando volvió, Fidel Castro le ordenó abandonar a Cuba en una discusión que se oía fuera, hasta los jardines.
Así empieza una amarga vía de fracaso tras fracaso por llevar su filosofía extrema primero a África y finalmente a Bolivia con su vida. (O)