Compromiso y dedicación, las claves para ser un cuidador en el Amaru

Nelson Fernández es cuidador de animales silvestres en el Bioparque Amaru. Se siente privilegiado porque es de las pocas personas que en sus labores diarias alimenta aves, acaricia leones y limpia serpientes.

Realiza esta labor desde hace 2 años de los 20 que cumplirá el bioparque este 21 de octubre de 2022.

Durante esta experiencia aprendió que “trabajar con animales te hace dar cuenta de lo preciosa que es la vida y de los malos que somos los seres humanos que capturamos y maltratamos animales”.

Pero, ¿Cómo es su rutina diaria?

El trabajo en el Amaru inicia a las 07:00 donde todos los trabajadores, coordinadores y voluntarios se reúnen en lo que llaman ‘briefing’, una actividad que consiste en formar un círculo donde se exponen informes, asistencia a animales y tareas pendientes.

Las actividades diarias están planificadas en cronogramas preestablecidos para cada trabajador y se dividen en tres zonas: alta, media y baja

Briefing, actividad para integrarse y comentar tareas pendientes. Foto DFPB

Clínica

La primera parada de Nelson es una estación llamada ‘clínica’ donde todos los días llegan animales enviados por el Ministerio del Ambiente, por personas que encuentran animales salvajes o no saben qué hacer con ellos cuando crecen.

En esta estación revisa que todos los animales estén sanos, en sus sitios y les proporciona frutas y carne, según su alimentación.

Nelson alimenta con un palo a un tigrillo margay, ya que esté le había herido su mano. Foto DFPB

Luego se dirige a una jaula provisional donde habita un tigrillo margay a la espera de ser integrado a un espacio más amplio.

Nelson cuenta entre risas que aprendió a alimentar al tigrillo con la ayuda de un palo después de que el animal le clavara sus garras un día que amaneció de mal humor.

Para el cuidador esto es normal porque a veces los animales se estresan y cambian sus estados de ánimo.

Aves

Después de culminar sus actividades en la clínica la próxima estación que revisa es la de aves, de la zona media, un lugar donde pericos, ninfas y una paloma silvestre conviven entre sí.

Ahí Nelson revisa infraestructuras y alimenta a las aves. Explica que es difícil insertar animales en grupos ya formados porque los demás no los aceptarían y los matarían.

Por eso en Amaru trabajan en todo un proceso de integración de nuevos animales que va desde la percepción de sonidos, olores y convivencia aislada.

Nelson y su conexión con los leones

Uno de los leones macho, descansa mientras el cuidador revisa que todos estén dentro de su habitat. Foto DFPB

Desde la parte de arriba de su habitad se avistan imponentes dos leones y cuatro leonas que duermen y se bañan como si fueran gatos aseándose.

Los leones se encuentran en código rojo por su peligro para las personas.

En esta área hay cubículos de aislamiento donde están dos leonas, una de ellas es Romelia.

Al ver a Nelson parece ponerse feliz y lo sigue a todos lados hasta que él la consciente con caricias y mimos.

El cuidador comenta que los leones son como gatos y que son muy afectivos cuando te conocen y confían en ti.

“Mi motivación para todos los días son los animales. Hoy la leona estaba de buen genio y quiere jugar. Eso me levanta mucho el ánimo”, dijo Fernández.

Un dato que el cuidador aprendió en su estadía en el Amaru es que los leones saben sobre su superioridad en la cadena alimenticia.

“Ellos no te tienen miedo, nunca te bajan la mirada. Ellos saben su rango; son muy intimidantes”.

Un nombre para cada uno

Para dirigirse al área de reptiles Nelson atraviesa por senderos que están llenos de vegetación, donde varias subidas y bajadas demuestran el estado físico que debe tener un cuidador del Bioparque.

“Este trabajo es de mucha entrega. No importa si llueve o es feriado, siempre hay que estar para los animales porque ellos tienen que alimentarse”, comenta mientras abre unas pequeñas puertas de lo que parece una cueva donde viven tortugas Galápagos.

Nelson sabe el nombre de cada uno de los animales y sus problemas, esto es evidente cuando dice que Wolf (nombre de una tortuga) es el más “malcriadito” porque siempre se sale de su hábitat y busca pelearse con los otros machos.

Al continuar el recorrido, un letrero de código rojo se avista cuando llega al espacio de los cocodrilos. Su labor en este sector es limpiar las lentejuelas (plantas que crecen en el agua) que obstaculizan el paso del sol al agua de los reptiles.

Para esto tiene que ahuyentar a los cocodrilos hacia la parte exterior de su hábitat.

Nelson Hernández ahuyenta a Francis para poder limpiar su hábitat. Video DFPB

Lo hace con la ayuda de un palo con el que, con pequeños empujones, le hace saber a Francis (cocodrilo macho) que tiene que salir del lugar para limpiar su estanque.

Esta labor da un poco de miedo porque Francis emite unos sonidos muy fuertes como si le molestara que interrumpiera su siesta y a regañadientes se va del sitio.

Nelson dice que está acostumbrado a sus sonidos y que los animales ya le tienen confianza y por eso no le hacen nada.

Del miedo a la confianza

La primera vez que Nelson tocó una serpiente sintió un escalofrío y el cuerpo se le ponía rígido porque las películas y los comentarios de la gente le habían metido miedo.

Hoy todo eso es diferente cuando junto a su compañero Edwin, otro cuidador, levantan una pitón para asearla antes de que entre a su nuevo hábitat.

Edwin y Nelson asean a una pitón antes de integrarla a su nuevo hábitat. Video DFPB

Ellos no utilizan más que guantes para levantar al reptil que se ve cómodo en sus manos.

Mientras camina por todo el serpentario, Nelson comenta que se capacitó con compañeros con más experiencia y con Ernesto Arbeláez, el biólogo del bioparque, pero que ha sido la práctica de todos los días lo que le ha hecho descubrir más y nuevas cosas en su trabajo.

La primera parte del recorrido termina al mediodía.

Después Nelson limpia los lugares que le faltan, alimenta a los animales que comen en las tardes y en la noche se encarga de cerrar todos los espacios que abrió en la mañana.

Entender la naturaleza

En la primera parte del recorrido, en el sector de la clínica, Nelson alimentó a un hurón con pollo vivo.

Ver eso puede generar un rechazo inmediato, pero explica que al inicio también le costó entender cómo es la naturaleza.

“Los animales saben cómo matar animales, es su naturaleza. Nosotros como humanos, nos demoramos mucho en matarlos y les hacemos sufrir, ellos no”.

“Los animales comen por necesidad, lo necesario, para que no pierdan su instinto, los humanos muchas veces matamos animales y los desperdiciamos”.

Vínculo con animales

Cuando se trabaja con animales es imposible no crear vínculos, pero es necesario no encariñarse mucho para poder rendir al 100, en este trabajo, dice el cuidador mientras cuenta algunas anécdotas.

Nelson ha llegado a querer mucho a serpientes y cuando mueren se queda con el sentimiento de que tal vez pudo hacer algo más.

El vínculo con Romelia, una leona africana, fue evidente desde el primer momento cuando esta buscaba que el cuidador la consienta.

Nelson dice que si en algún momento la felina llegara a fallecer sería muy fuerte porque ella sabe cómo alégrale el día cuando él no está bien.

También cuenta sobre un oso andino que ya es viejito y que solo come en sus manos porque es muy consentido.

Nelson Fernández espera que las personas sean más consientes con los animales, que no les saquen de su hábitat y que los respeten en su vida salvaje.

Él está feliz de trabajar y rescatar animales, pero no comparte la idea de domesticarlos como mascotas porque la gente no sabe cómo cuidarlos y no es lo natural.

Al despedirse comenta que está contento con su trabajo.

Piensa que es lo mejor que ha hecho porque sabe que si se va a algún lado y encuentra animales, sabrá cómo tratarlos por todo lo que ha aprendido desde su llegada al bioparque.

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