Hernán Abad Rodas
La corrupción en nuestro país ya no es un episodio aislado. Es un estado de endemia, una especie de aire contaminado y de enfermedad colectiva.
La corrupción prospera cuando hay tolerancia social, adoración al dinero y al éxito irracional, y, por un apetito desmedido de poder. Su origen está en la caducidad de los valores morales y en la ignorancia de la ética.
La corrupción se ha convertido en una “cultura”, en un modo de ser, y es el eje en torno al cual gira la demolición de la democracia, la destrucción del Derecho y la inauguración del Estado de Propaganda.
Esa cultura hace metástasis, convierte a la mentira en verdad, construye “liderazgos”, protege a sus mentores y beneficiarios. Hemos vivido días marcados por el temor, la incertidumbre y la carencia de recursos, que han hecho evidente, una vez más, que los corruptos no tienen límites, que para ellos la necesidad ajena es una oportunidad para enriquecerse.
La impunidad permite que la corrupción continúe y se banalice. Siembra el nefasto germen del cinismo en la ciudadanía, que, con desconfianza en la justicia, considerará que siempre es así y así será.
El país vive bajo el lúgubre manto de un SISTEMA POLÍTICO CORRUPTO, caotizado, distorsionado, con organizaciones partidistas que se han convertido sólo en empresas electoreras, que hacen negocios al promocionar candidatos, sin ideología, ética ni principios, sólo con afanes de captar puestos públicos y saquear los recursos del Estado.
¿Quiere el Ecuador seguir viviendo este estado de cosas, engañado por la delincuencia política aliada con el crimen internacional organizado y el narcotráfico que pugna por el poder y la impunidad? o mejorar la situación interna, aunque con las reformas de la consulta popular no se van a solucionar todos los problemas.
Considero que el mayor freno a la corrupción es la ÉTICA PÙBLICA, esa que da mala consciencia por realizar algo considerado inadmisible por la sociedad y las leyes. Situación que no se da en nuestro país actualmente descompuesto por la corrupción y con una institucionalidad hecha a la medida del funesto capo Correa.
Debemos resucitarlos y mantener vivos, la libertad, la justicia independiente, la verdad, la democracia y la dignidad, valores que nos legaron nuestros libertadores y verdaderos revolucionarios.
El pueblo que no ejercita sus derechos es esclavo y su futuro es incierto. (O)