Como bióloga siempre quise trabajar en conservación y a lo largo de mi trayectoria profesional comprendí la importancia de hacerlo junto a las comunidades. Para aprender más sobre el tema, cursé un posgrado en estudios socioambientales, en el que investigué sobre el caso del jambato, un sapito único de Ecuador que fue históricamente abundante, pero desapareció repentinamente hasta ser considerado extinto por casi 30 años. En 2016 fue redescubierto en un cultivo de alfalfa en Angamarca, Cotopaxi. El jambato extrañamente sobrevivió asociado a las actividades humanas y no en áreas protegidas. Esto nos pone el reto de encontrar estrategias de conservación que beneficien a la especie, pero también a las comunidades. Como resultado de mi estudio encontré una brecha muy marcada con los científicos. Me propuse dar solución a esta problemática. Así nació la Alianza Jambato, una iniciativa que lidero y que propone un enfoque de colaboración interdisciplinaria con el objetivo de conservar al emblemático jambato en su último refugio conocido, mediante el involucramiento de la comunidad local. (O)
