Más de seis millones de rodolitos se concentran en las playas del norte de Fuerteventura, en donde la peculiar forma de estas algas coralinas originó el nombre popular de «palomitas». Un equipo internacional de investigadores realizó el primer análisis de su composición y llama a parar su saqueo, pues son cruciales para la biodiversidad.
Científicos del Instituto Hidrográfico de Portugal, Museos de Historia Natural de Stuttgart (Alemania) y Tenerife, Universidad de La Laguna, Universidad de Azores, Williams College de Boston y del Instituto Geológico y Minero de España (IGME-CSIC) aunaron sus esfuerzos en el primer estudio detallado de estos rodolitos.
El resultado es el artículo «Lechos de rodolitos y su transporte terrestre en Fuerteventura», publicado en la revista Frontiers in Marine Science, una de cuyas autoras, la conservadora de Paleontología y Geología del Museo de Naturaleza y Arqueología de Tenerife, Esther Martín-González, explica a EFE que este trabajo contribuye a incrementar el conocimiento actual de los rodolitos en Canarias y ofrece una línea de base para futuras investigaciones como proveedores clave de hábitat en entornos insulares.
Los rodolitos y los lechos de rodolitos corresponden a nódulos independientes de algas rojas coralinas (Rhodophyta) «y son ingenieros esenciales de los ecosistemas, ya que producen hábitats estructuralmente complejos que albergan conjuntos distintivos de fauna y flora de gran diversidad», añade la investigadora.
De hecho, los organismos que viven en estos lechos están mejor protegidos contra los depredadores y las especies comercialmente importantes (peces, crustáceos, moluscos) se benefician de la existencia de tales hábitats.
Aunque los rodolitos son resistentes a una variedad de perturbaciones ambientales, pueden verse gravemente afectados por tormentas, recolección, acidificación de los océanos y calentamiento global y se sabe que los lechos se sitúan entre 20 y 100 metros de profundidad en la mayor parte del archipiélago atlántico español de las islas Canarias.
Los científicos subrayan la importancia de preservarlos «como puntos calientes de biodiversidad» y llaman «a un esfuerzo consciente en la protección y mantenimiento de estos valiosos recursos biológicos».
Al respecto, destaca el impacto negativo del saqueo de rodolitos en las playas de Fuerteventura y, pese a que han sido incluidos en normativas para su protección, todavía se necesita más trabajo en este sentido.
«Cada año turistas y lugareños retiran una cantidad sustancial de rodolitos de las playas, lo que representa una amenaza para estos ecosistemas, ya que los restos de rodolitos muertos contribuyen en gran medida a los sedimentos que forman las playas contemporáneas», precisa la paleontóloga.
Las autoridades locales estuvieron trabajando en contra de esta tendencia y tratando de devolver, siempre que sea posible, todos los materiales a su lugar de origen, y en las playas se exhiben grandes carteles que explican qué son esas «palomitas» y por qué se prohíbe su extracción.
Sin embargo, el saqueo sigue siendo «muy evidente, por lo que instamos a la implementación de más esfuerzos de protección», añade.
Martín-González precisa que los trabajos de campo para esta investigación se realizaron en noviembre de 2021 durante un taller científico sobre la paleontología marina de Canarias.
Se recolectó un número limitado de rodolitos para estudios taxonómicos y los resultados muestran que un depósito de playa compuesto por rodolitos varados puede acumular hasta 5.000 ejemplares por metro cuadrado, y la especie más común es «Lithothamnion cf. corallioides».
Se estima que la superficie expuesta asciende a aproximadamente seis millones de rodolitos, que es una fracción de todo el conjunto, porque un pozo exploratorio excavado en la playa revela dos capas.
En general, solo una cuarta parte de los rodolitos están enteros pues el 65 % están rotos o desgastados, y al menos el 10 % de la superficie está cubierta de guijarros de basalto.
«Creemos que, dado el tamaño de los rodolitos y su alto grado de rotura, estos fueron transportados hacia la costa por el oleaje tormentoso proveniente del noroeste, pero se necesitan más estudios de campo para comprender la formación in situ de los lechos de rodolitos y su flora y fauna asociadas», detalla Esther Martín-González. EFE