En el tercer intento, el expvicepresidente Jorge Glas, sentenciado a ocho años de cárcel por delincuencia organizada, recuperó su libertad, si bien condicionada a no poder salir del país y a presentarse una vez por semana en la Penitenciaría del Litoral.
Un juez le concedió medidas cautelares y dispuso su inmediata excarcelación. Empero, según la resolución, la libertad es provisional; pues un juez de garantías penitenciarias podría disponer lo contrario.
Falta conocer la resolución de otro juez, tras haber interpuesto el recurso de prescripción de penas, de alguna forma favorecido por la anulación de una tercera sentencia en el caso Singue.
Pero más allá de esos hechos, la prisión del exhombre fuerte del correísmo, bajo cuya responsabilidad estuvo el manejo de los sectores estratégicos, reveló la profundización de la corrupción en el país, infestado por los sobornos de Odebrecht y de otras empresas, más los provenientes del “lleve” petrolero cuyos protagonistas son descubiertos, sobre todo por la Justicia de Estados Unidos, donde lavaron el dinero.
Y eso no lo debe olvidar el Ecuador honesto, así sus partidarios y su movimiento político se esfuercen por decir lo contrario a través de una tenaz propaganda en redes sociales y en otros espacios. Están en su derecho de hacerlo, de creerlo.
Lo actuado por la Justicia en los casos por los cuales fue condenado Glas no ha de ser así por así. Por ello sobran las acusaciones en su contra.
El discurso de los afectados, precisamente va por ese lado a fin de posicionar su “verdad”, así tergiversen mil y más veces la realidad, inclusive victimizándose y buscando impunidad a todo precio.
Glas debe pagar al Estado alrededor de USD 8,2 millones por los actos de corrupción. Lo dispusieron los jueces cuando lo sentenciaron por los casos Odebrecht y Sobornos 2012-2016. ¿Los pagará?
Haber perjudicado al país junto a su séquito, si bien lo niega, será su otra sombra así ande libre.