Milton (EEUU) (EFE).- La granja Pura Hepworth, situada a orillas del río Hudson, en la localidad de Milton (norte del estado de Nueva York), ya tiene lista su primera cosecha de cannabis para uso recreativo.
Sus dueños solo esperan para su distribución que las autoridades neoyorquinas den el pistoletazo de salida a su venta, con la apertura -antes de fin de año- de dispensarios legales de marihuana.
Las manos hábiles de una decena de jornaleros, en su mayoría de origen latinoamericano, escogen uno a uno los cogollos de marihuana de mayor tamaño que van pasando frente a sus ojos por una cinta transportadora que termina en una pequeña cascada de cannabis, que se precipita en una caja junto al resto de las flores de la planta.
Michael Hant, el maestro de ceremonia de esa danza de cannabis, explica los distintos tipos de cogollo, con sugerentes nombres como «UK Cheese», «Bubblegum» y «Purple Punch», pero que a ojos de un inexperto, solo parecen diferenciarse por el tamaño.
Antes de llegar a este punto del proceso y ser almacenados después junto a otras decenas de cajas en un almacén contiguo hasta que se materialice la venta legal en Nueva York, las plantas fueron cosechadas a mano en octubre y colocadas en secaderos.
Gail Hepworth, que junto a su hermana Amy gestiona la granja, donde se cultivan también todo tipo de hortalizas, explica que han obtenido un permiso para cultivar 8.000 metros cuadrados de marihuana, pero que, en total ocupan 40.000 metros cuadrados (4 hectáreas) porque se han unido al proyecto otras cuatro personas con licencias.
LA LEGALIZACIÓN DE LA MARIHUANA EN NUEVA YORK
El estado de Nueva York legalizó en marzo de 2021 el consumo de marihuana y comenzó un proceso para regular desde el cultivo, hasta la venta de esta droga, que es ya legal en otros estados del país.
Hepworth explica que en la actualidad cuentan con permisos para el cultivo y el procesado, pero que esperan obtener el de producción y desarrollo de semillas, así como el de distribución.
Las autoridades, agrega, han priorizado a quienes, como ellas, ya producían cannabidol (CBD), un producto derivado del cannabis que no tiene psicoactividad, ya que los niveles de THC, que sí es una sustancia psicoactiva, no superan el 0,2 %; y que se consume por sus supuestos efectos terapéuticos.
En el almacén donde el químico Adosh Mehta analiza los niveles de THC de los cogollos, Gail presenta el muestrario de productos que tienen previsto poner a la venta cuando la ley seca llegue a su fin: desde paquetes de 7 gramos de cogollos, hasta protector de labios, pasando por aceite, crema hidratante y, cómo no, cigarrillos de marihuana «recreativa» listos para su consumo.
En un pequeño laboratorio químico remolcable, cuyo director, Bob Hellman, asegura en broma que nada tiene que ver con la serie «Breaking Bad», Hepworth también sustrae el aceite de las plantas para producir THC concentrado, que dentro de su bote parece miel líquida.
Con 30 plantas se puede producir un kilogramo de aceite, cuyo precio, como el del resto de productos todavía se desconoce debido a que la venta aún no ha comenzado.
Sin embargo, Hellman pone como ejemplo que en el estado de Michigan, cuando se legalizó la marihuana recreativa, un kilogramo de aceite de THC costaba 30.000 dólares, pero que cuando el mercado se estabilizó su precio se redujo a 18.000 dólares.
LA ASOCIACIÓN LATINA DEL CANNABIS
En la visita a las instalaciones, participa una pequeña comitiva de la Asociación Latina del Cannabis, cuyo objetivo es buscar inversores para ayudar a la comunidad latina de Nueva York que quiera aventurarse en el negocio de la marihuana para uso recreativo, ya que la inversión puede ir desde 75.000 hasta 500.000 dólares, cuenta a Efe el cofundador de la agrupación Junior Lantigua.
«Somos 25 miembros, de los cuales 15 quieren pedir una licencia para distribución, 5 para el cultivo y el resto, para manufacturar y procesar marihuana», dice Lantigua, que aspira a crear una marca de productos de marihuana, para lo que calcula que necesitará entre 2,5 y 5 millones de dólares.
Otra miembro de la organización, Indhira Mojica, tiene previsto soliticitar un permiso para el procesamiento de la planta para crear «aceite para fumada, para hacer dulces, sodas y cigarrillos electrónicos».
Mojica insiste en que quiere «ser parte de esta nueva industria» y que no quiere dejar que se le escape esta oportunidad.
Pero antes de que termine la visita, Gail les pide a sus futuros colegas que no sean «codiciosos», que la marihuana les puede ofrecer buenos beneficios, pero que como dice su hermana «la marihuana es del pueblo» y hay que producirla con conciencia social. EFE