¿Por qué los jóvenes no viven de recuerdos? Pues … porque son jóvenes, porque para ellos manda el presente, el día a día, que más tarde cuando pasen los años y vengan las décadas se convertirán también en recuerdos. Vivir de recuerdos no es aconsejable cuando el presente exige atención y mente despierta. Pero para quienes tenemos años almacenados es imperioso volver a ellos y hacerlo con esa mesura y cautela con que se hojean páginas añejas.
En esta hora de recuerdos me traslado, sin esfuerzo, al Guabo, a la propiedad de mis abuelos maternos, Benjamín y Adelaida. No tengo idea si hace ochenta años se había inventado ya el ladrillo, o mejor, si mi abuelo conocía o no de tal adelanto. Lo que sí tengo muy presente es que adobes los encontrábamos a cada paso. Las paredes de la casa de los abuelos eran de adobe, las cercas y muros colindantes también, los poyos donde nos sentábamos eran de igual material y … ¿de qué estaban hechos los adobes? En una ocasión ayudé a fabricarlos: una tierra especial, pesada, pegajosa y negra era la requerida; luego paja abundante para cortarla en retazos y unir a la tierra indicada. La paja aseguraba la tierra suelta y le daba consistencia. Los adobes eran grandes y macizos: treinta centímetros de largo por quince de alto y ancho, más o menos. Pero ¿a qué viene todo esto? Muy sencillo: toda la bondad de los adobes terminaba cuando no se los protegía y el agua penetraba en ellos. De manera lenta e inexorable, los adobes retornaban a su estado natural convertidos en paja que se lleva el viento y tierra deleznable.
Nuestro sistema legal-judicial es un montón de adobes de baja calidad sujetos a tempestades malévolamente provocadas, a cada instante. Las normas de comportamiento y las leyes que las protegen caen por los suelos. Más aún cualquier ´magistrado´, no importa si en Paján o no sé dónde, se siente con autoridad para hacer de ellas un trapo con que limpiar las fechorías de reos de alcurnia o de amigos de mafias inescrupulosas y pudientes.
Quienes ordenaron la creación de nuevas estructuras de, en Ecuador, sabían lo que hacían y para qué lo hacían. La justicia hoy es una prostituta que se hace pagar bien, o, una vieja casa que hace agua por todos sus costados. (O)