En el Ecuador, la salud pública no está enferma: está en coma, y lo peor es que quienes deberían asistirla fingen no escuchar el monitor que marca su agonía. Mientras izquierdas y derechas se entretienen en sus trifulcas politiqueras, el ciudadano común se desangra entre pasillos sin médicos, recetas sin medicinas y esperas sin esperanza. …


