Rosita, Rosita, ra, ra, ra. Mi estimada señora, permítame ofrecerle unos fuertes aplausos, y lo hago de pie. Definitivamente, usted es un personaje digno de admirar. Lo digo con respeto y admiración. Llevar a una audiencia a sus cachiporreros es algo fuera de lo común. ¡Está haciendo historia! Reconozco su valor. Tratar a los asambleístas …











