La tarde moría en una calma maravillosa y extraña. Apenas la brisa danzaba y todo obligaba a recogimiento, pensamiento y espiritualidad. El sol lamía ya los dientes de los cerros y en lentitud y calma dejaba su protagónico y lúcido encargo de cerrar el día con una obra de altísimo e inigualable suspenso. En paralelo …











