Ni lo uno, ni lo otro. Ni el colapso, ni la revancha. Ni la amargura, ni el exagerado optimismo. Pero tampoco la impavidez ante un Ecuador que corre inmensos riesgos mediatos. El desarrollo o progreso del Estado y su gente, sin que exista una convivencia mínimamente pacífica, puede traer consigo caos, desequilibrio, amenaza …










