El año que concluye merece ser quemado, a prisa y con euforia. A prisa para que no dé muestra alguna de supervivencia, que muera ´bien muerto´, lo antes posible. Y, además, es menester quemarlo con euforia, con gusto, zapateando el suelo para exteriorizar nuestro enojo por haberlo tenido y nuestro alivio por su conclusión. Somos …








