Muy mala reputación y mal fin tienen en la historia quienes, ejerciendo una función pública, mencionan como muletilla expresiones religiosas como parte de su discurso político; peor aún, en un país laico como el nuestro. Escuchar al final o al inicio de las declaraciones de las autoridades decir: ¡Bendiciones! ¡Dios nos bendiga! ¡Gracias a Dios! …











