Cuenca no era más que un bello y pintoresco villorrio. Sus trazas en damero, terminaban en unas pocas cuadras. Todos nos conocíamos y con pormenores de todas las familias. El parque central, fue nuestro segundo hogar cuando nuestra adolescencia soñaba en mil futuros. Nunca hubo más placer que reunirnos en un gran pelotón de bullangueros …











