Celebrar al verdugo: política, espectáculo y precariedad

Ma. Isabel Cordero

En medio de una calle anegada por aguas residuales, una mujer levanta un presidente de cartón como un trofeo. No celebra una mejora en sus condiciones de vida, ni el acceso al agua potable, ni la reparación de su calle olvidada por años. Celebra el triunfo de un millonario que, desde su privilegio, jamás ha caminado sobre ese lodo que ella pisa a diario. Esta imagen retrata un país fracturado, donde la política se ha convertido en espectáculo y la esperanza en mercancía.

¿Por qué alguien que sufre los efectos más brutales de la desigualdad festeja la victoria de quien representa, simbólicamente, todo lo contrario? La respuesta no se encuentra solo en la manipulación mediática. Durante décadas, el sistema ha cultivado una ciudadanía precarizada no solo en lo económico, sino también en lo simbólico. En ese vacío, el marketing político se impone como consuelo, y el voto se convierte en el último recurso para aspirar a algo distinto, aunque ese “algo” no tenga fundamento ni futuro. A falta de dignidad, nos aferramos al carisma.

Esa mujer no es culpable. Es víctima de un sistema que nos ha enseñado a admirar a quienes nos desprecian, mientras la clase política nos mantenga inundados en la ignorancia, seguiremos celebrando su victoria sobre nosotros. (O)

mi.cordero@sendas.org

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