Entre nuestros políticos la autocrítica es mala palabra. Tan inmaculados se consideran que mirarse en el espejo para reconocer sus errores, sus trapacerías, no consta ni siquiera en su imaginario.
Cuenca, la provincia del Azuay, esperaban que el prefecto Jota, como gusta que lo llamen al señor Lloret, reconociera el error, el suyo, de haber contratado con dineros públicos al grupo musical “Mugre Sur” para que, con sus canciones mugres, se burlara, calificara de “florindos” al 52 % de hombres y mujeres honestos que no piensan como él y sus “erecés”.
Pero qué; ni “jota”. Nada de autocrítica como para ofrecer disculpas públicas. Todo le resbala, como todo resbala a una sartén cuando está llena de mugre.
Las derrotas electorales duelen. Llevan hasta al paroxismo cuando se las considera ganadas y, en un santiamén, se van por el caño. Si en el deporte aceptar la derrota es signo de valentía, igual lo debe ser en la política, con mayor razón si la victoria del rival es amplia e inobjetable.
Cuando el doctor Borja, quien tenía asegurada la presidencia de la república, perdió ante Febres Cordero, recibió la derrota con serenidad, convocó a sus partidarios a aceptarla con la firme convicción de seguir luchando hasta lograr su objetivo. Y lo consiguió cuatro años después. Hizo de la autocrítica el punto de inflexión para saber dónde falló. Todo un demócrata.
Kamala Harris aceptó su derrota electoral ante Donald Trump. Los demócratas hicieron la autocrítica, convenciéndose, por ejemplo, del craso error de insistir, hasta el último, en la candidatura de Joe Biden, cuyas neuronas comenzaban a fallarle.
En esa onda, ¿qué le cuesta al correísmo hacer una autocrítica, espulgando en los chats de Verduga, en la cabeza de Cabezas, en el ego del que da nombre a este corriente, en su entrevista con su compadre “Valija”, en los “gestores de paz”, la categoría a la que su candidata quiso elevar a los “gestores de violencia”; en que el país quiere unidad, tolerancia, libertad, gobernabilidad; de líderes, no de hienas que creen que el pueblo, en su gran mayoría, es una manada, y le demostró en las urnas?
Daniel Noboa, ¿hará una autocrítica a su gestión, a su sueño de creerse autosuficiente junto a su séquito?
¿Cuál es la autocrítica de los demás perdedores? ¿De los procesados por corrupción, pero no reconocen el daño hecho al país, peor ofrecen perdón antes de ir a la cárcel o están en ella; de aquellos que, por tener rabo de paja, salen por las fronteras enmascarillados y engorrados, ¿o buscan consuelo a su derrota dando palos de ciego? (O)