Mi mochila y… algo más

David G. Samaniego Torres

Los humanos somos tan diferentes y nos parecemos tanto. Hay diferencias que nos hermanan y semejanzas que nos separan. No sin razón se dice de nosotros que somos misterios que buscan trascender abandonando un cálido reducto.

Les cuento, amigos de El Mercurio, que en estas dos últimas semanas mi mochila personal se ha repletado como nunca antes. Quiero aligerar la carga vaciando en estas líneas parte de mis impresiones y recuerdos, hasta hoy, muy míos.

-Nunca sentí tanto una partida. La muerte del Papa Francisco, en su sencillez elocuente, me ha impactado. Es verdad que la muerte ronda  cerca de nuestras vidas, pero ver morir de manera tan serena y pública al papa Bergoglio y sentir la reacción del mundo frente a la noticia fue, para mí, algo muy nuevo: no fue una muerte más, pareció que alguien de casa nos dejó, alguien que había estado muy cerca de nuestras vidas, alguien cuya serenidad y sonrisa siempre las juntó a palabras tan precisas, sencillas y elocuentes a la vez; sentí que algo se había desprendido, que alguien cercano no estaría más a mi lado.

-Mi mochila se repletó con todas aquellas manifestaciones de sorpresa y dolor de quienes lo vieron y apreciaron: supe de su modestia, de su ropa y calzado, de su auto, de Santamaría la Mayor, de sus amigos íntimos y de ese ambular por Roma en busca de almas porque creyó siempre que la iglesia debía salir al encuentro de quienes la requieran, portando esperanza, calor humano y todo aquello que solo el corazón conoce.

-Me llegaron sin previo aviso videos repletos de anécdotas y ennoblecidos por la palabra del Pastor, material suficiente para conocer la versatilidad de su expresión y la oportunidad de un pensamiento cristiano tan sencillo como profundo, tan humano, tan apto para quienes tenemos sed de la palabra que cuestiona y alivia.

-En mi mochila quedan sus intervenciones que alivian y elevan, su palabra que reprocha con ternura vidas que escogieron senderos alejados del pensamiento y sentimiento cristianos.

Y les cuento algo confidencial, muy mío, que lo he tenido guardado, algo que lo llevo sin que sienta su peso: La sonrisa de Francisco, su rostro, su mirada inquieta y sus labios convertidos en manantial de vida.

¡Qué grato debe ser: vivir, morir y quedarse en los corazones de quienes le ofertaron un espacio! (O)

Dr. David Samaniego

Doctor en Filosofía y Ciencias de la Educación. Fundador de Ecomundo, Ecotec y Universidad Espíritu Santo en Guayaquil. Exprofesor del Liceo Naval y Universidad Laica (Guayaquil) y colegio Spellman (Quito).

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