Francisco, un Papa auténtico

Hernán Abad Rodas

 El día estaba muriendo y la luz se desvanecía mientras el sol recogía sus ropajes de los jardines del vaticano, Francisco descansaba en su habitación cubierto con el velo del silencio y de la paz espiritual.

El 21 de abril del presente año, y mientras los cielos arrojaban las semillas del mañana en las oscuras profundidades de la tierra, los párpados del papa Francisco se encontraban cansados por el dolor de la enfermedad que tenía, y su mente estaba fatigada por las vicisitudes de la vida.

Apoyando su cabeza en el brazo, al sentir que el sueño de la paz y de la muerte se deslizaban por todo su cuerpo y suavemente cubrían su insomnio con los pliegues de su velo, como una niebla ligera cuando toca la superficie de un calmado lago; dio su último suspiro y regresó al seno de la madre tierra a devolver los elementos que le fueron prestados.

Olvidó así su ser terrestre, y vio su ser espiritual; su ser oculto. Se llenó de ensueños que trascienden las leyes y las enseñanzas de los hombres, así su espíritu se desprendió de la procesión del tiempo.

El papa Francisco no se inventó su calidez humana. Tampoco le dieron lecciones de actuación para ser próximo a la gente. A él no le sugirió un experto en marketing como usar los aposentos de Santa Martha y no los tradicionales del palacio del Vaticano.

Tampoco expertos en imagen le sugirieron que simplifique el ceremonial de  los funerales de Papa; ni fueron asesores políticos los que le pidieron que usara vehículos sencillos con los cuales se movilizó en las visitas pastorales a donde él se dirigió.

Jorge Mario Bergoglio como Papa, no fingió, ni trató de acomodarse a su alta posición como el hombre más importante de la Iglesia. Consideraba y lo demostraba mediante su vida cotidiana, que el amor al prójimo, en especial a los más pobres y humildes, era su misión más importante a cumplir.

El papa Francisco supo, o intuyó, las causas del hambre espiritual que atormentan a la humanidad. Era un hombre en el que se conjugaban todas las amarguras y todas las dulzuras de la existencia. Era un anhelo que aún toda la gloria de este mundo no puede opacar.

Debemos aprender las palabras de sabiduría que pronuncian los hombres sabios y humildes, y aplicarlas en nuestra propia vida. Debemos vivirlas, pero no tratando de lucirnos, recitándolas.

Francisco fue un PAPA AUTÉNTICO, y ojalá que su sucesor, viva con la misma autenticidad que vivió Jorge Mario Bergloglio en su mandato de vicario de Cristo. (O)

Dr. Hernán Abad

Médico Neumólogo, Postgrado Universidad de Chile. Socio fundador Academia Ecuatoriana de Literatura Moderna e Historia. Miembro activo del Club de Leones de Cuenca.

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