El silencio abre las puertas a una vida sana, a la liberación y a la felicidad; inspira nuestras visiones, conceptos, actitudes, formas de pensar, de sentir y cómo actuamos en nuestro mundo.
El silencio es la herramienta con la cual podemos comprender y experimentar plenamente quiénes somos y el propósito de nuestra vida. El silencio muchas veces alberga el camino a la liberación del cuerpo, la mente y el espíritu.
Cuando amamos el silencio, aunque éste sea doloroso, no tenemos necesidad de huir de nuestros pensamientos y actividades recreativas.
El silencio interior es la paz profunda que surge cuando nos contemplamos a nosotros mismos con el ojo interior, es una meta que todos nosotros deberíamos tratar de alcanzar.
Una vez le preguntaron a Gandhi: cuál era el problema de la humanidad y respondió: “el problema básico de la humanidad, es su incapacidad de poder estar, aunque sea cinco minutos en silencio interior”
Siempre he pensado que, quién escribe con tinta no es como el que escribe con sangre del corazón. Y el silencio que produce el tedio es diferente del silencio que nace del dolor.
Paseando entre montañas, bosques, ríos y rocas, la agitación del corazón gradualmente desaparece.
Creer y pregonar una doctrina o ideología es una cosa, y vivir conforme a las creencias es otra. Algunos hablan con la voz profunda del mar mientras viven como pantanos. Muchos alzan su cabeza sobre las montañas mientras sus almas permanecen en las tinieblas de sus verdes grutas.
Nada es tan precioso, personal e íntimo como nuestras creencias intelectuales, políticas, morales y religiosas, no puede despertar en nosotros odio mayor, que el que sentimos por el hombre que nos priva del derecho de creer en lo que creemos, y comunicar lo que sentimos.
Hay derecho al silencio y hay derecho a la palabra, lo grave es cuando el silencio es producto del miedo, del cálculo, de la indiferencia, o del acomodo que significa renuncia al riesgo, a la dignidad y a la libertad.
El silencio externo es el sepulcro de las sociedades y la lápida de las democracias que, por ser sistemas basados en la opinión pública, necesitan de la vitalidad de la palabra, y de la inquietud que suscita el debate.
Con honradas excepciones el mundo de la política está lleno de cotorras y su parloteo mi alma lo aborrece… la sabiduría no se halla en las palabras, sino en el sentido que éstas contienen.
A este mundo venimos sin nada, y sin nada partiremos: mientras cargamos con muchas cosas, que nos impiden percibir nuestra liviandad espiritual. El espíritu de cada uno de nosotros y que es patrimonio común de toda la humanidad, se manifiesta a través del silencio interior, la paz y el amor. (O)