Siguiendo en líneas gruesas el planteamiento heideggeriano, una manera de rehuir la posibilidad de vivir la propia experiencia es olvidar que vamos a morir. Si bien nuestra existencia está guiada por las expectativas de futuro, estas pueden ser condicionadas por mandatos sociales que tergiversan la comprensión de nuestro hacer en el mundo, con lo cual se hace necesario asumir la responsabilidad de la construcción de la propia existencia, que es temporal, es decir, que ocurre necesariamente dentro del tiempo, el cual marca,inexpugnablemente, su fin. La muerte solo puede comprenderse anticipando el propio final, y esta comprensión profunda hace que no solo el vivirpresente adquiera una nueva aura, sino que inclusose desafíen los condicionamientos que proscriben la acción del yo. Pero lo más importante, es que se abre el entendimiento de las propias posibilidades y limitaciones del individuo (mortal), único, autentico e irrepetible. Esta responsabilidad puede resultar ciertamente apabullante, pero constituye un elemento fundamental para la estructuración del sentido de la propia vida y la identidad. Este sentido debe ser creado, como se ha dicho, sin embargo nada garantiza que se esté exento del error, del equívoco o del fracaso pues no tenemos control sobre la complejidad del mundo y tampoco podemos retroceder en el tiempo, por lo que el querer de la acción, mientras se está vivo, debería ser suficiente. (O)
