Maestros dignos y respetados

David G. Samaniego Torres

Toda edad dibuja escenarios. Toda vida sabe de etapas. Las escaleras tienen gradas y ‘pian piano…’ se llega muy lejos. Un presidente joven está dispuesto a honrar Carondelet. Tenemos problemas viejos, enraizados y robustos, que esperan un hacha afilada o una sierra impaciente. Somos vida enredada en los matorrales del día a día, somos sobrevivientes del atropello de años deformes y aún buscamos ser, ¡claro que sí!,  reflejo de quienes nos formaron.

Permítanme ubicarme años atrás, cuando un buen día decidí ser maestro y pude lograrlo: la preparación de clases y el estudio permanente me hicieron comprender el noble oficio del magisterio y desde esa época me enamoré del saber y comprendí, por suerte más pronto que tarde, que la vida es la mejor escuela del saber y que nadie se escapa de ser su discípulo permanente y maestro, a la vez con aquellos de su entorno.

Sócrates, Platón y Aristóteles, a la distancia, no dejan de ser nuestros maestros. Jesús, el divino maestro, es fuente de vida. No importa si Gandhi o Don Bosco, los humanos contamos con seres que escribieron con sus vidas maneras de ser aquello que se piensa y se difunde. El Ecuador de hoy requiere retornar a sus fuentes y empezar a sembrar otra vez, en la mente de la niñez y juventud, aquellos principios que dan sentido a la existencia y la convierten en campo productivo de responsabilidad y vida.

Ser y saber no es un dilema al igual que no lo son maestro y discípulo, mente y conocimiento. Urge regresar nuestra memoria a la escuela del campo, a la escuelita del cantón, a esas cuatro paredes ricas en bondad y ciencia junto a carencias materiales. Allá encontraremos a nuestros maestros de un ayer distante: limpios, amables y enérgicos, educados y exigentes, buenos con deseos de ser mejores, consagrados de por vida a enseñar, a formar a la niñez, a conducir a la juventud, a llenar la mente de conocimientos y el corazón de valores permanentes.

Mis lectores conocen al profesor Arcentales, mi maestro en la escuela Alberto Castagnoli de Sígsig: risueño, exigente, docto, creativo, puntual, apasionado del saber a tiempo completo. Maestros de esa talla necesita Ecuador para reencontrar sus pasos. Los progenitores jóvenes deben recobrar el espacio perdido en la formación de sus hijos. Reeducar es más difícil que educar oportunamente. (O)

Dr. David Samaniego

Doctor en Filosofía y Ciencias de la Educación. Fundador de Ecomundo, Ecotec y Universidad Espíritu Santo en Guayaquil. Exprofesor del Liceo Naval y Universidad Laica (Guayaquil), Rector del colegio Spellman (Quito) y del colegio Cristóbal Colón (Guayaquil).

Publicaciones relacionadas

Mira también
Cerrar
Botón volver arriba