Con las vacaciones tenemos que elegir, no solamente el destino, sino la compañía, las actividades, la comida, las paradas ¿Qué mismo queremos? ¿Playa, selva o montaña? ¿Con amigos o en familia? ¿Descanso o aventura? ¿Llevamos al perro? ¿Alcanza el presupuesto? Hay tanto que decidir que para muchos algo tan esperado se convierte en una fuente de estrés.
Barry Schwartz lo llama la paradoja de la elección, la que en resumen plantea que más opciones no nos hacen más libres, nos hacen más infelices. Porque mientras más alternativas hay, más posibilidades tenemos de equivocarnos.
El fenómeno es simple, cuando solo había dos sabores de helado, uno pedía vainilla o chocolate y se sentía en paz. Ahora que hay helado vegano de cardamomo con jengibre, de limón con albahaca en leche de almendras, de piña ahumada con lavanda y muchos sabores más, uno ya no está seguro de si pidió lo correcto. Y eso no sería tan grave si no pasara lo mismo con los hoteles, las rutas, las maletas, los planes, el protector solar y el tipo de sandalias.
Queremos desconectar… pero primero necesitamos conexión estable para revisar reseñas, comparar precios, ver stories ajenos y tomar decisiones informadas. En otras palabras, descansar se convierte en una carga mental si pensamos mucho cada decisión.
A fin de cuentas, planificar las vacaciones no es una licitación pública, relajémonos, pensemos bien qué es lo que definitivamente no queremos perdernos de la experiencia y dejemos espacio a las sorpresas, a lo espontáneo, demos espacio para recargar las baterías y disfrutar de lo mucho o poco que podamos hacer, no permitamos que las vacaciones se conviertan en una competencia, a veces golpear toctes o volar una cometa en buena compañía son suficientes para dar una pausa al alma. (O)