Nuestro cambalache

Jorge Durán Figueroa

En este “Ecuador del Alma”, al norte limitado por las disidencias de las exFarc; al sur, con nadie porque no hay el sur, excepto para quienes vivimos en el sur; al este con la minería ilegal; al oeste con Choneros, Lobos, Tiguerones, Lagartos, Latín Kings, Fatales, Chone Killers, Sao-Box, y más faunas del mal, la letra de Cambalache le queda corto, aunque ya no andemos en el siglo XX sino en el XXI.

Su destino, en el cual pasado, presente y futuro son harina del mismo costal, se ve marcado por un reguero de sangre humana. En su charco, delincuentes asesinan a otros delincuentes, sicarios, blandiendo cédulas de menores de edad, matan hasta por las dudas, o apuestan a que muera quien muera así no muera quien debían de matarlo.

No solamente lloran los asaltados, los secuestrados que se salvan; la madre cuyo esposo o hijo estaban justo cuando cruzó una bala perdida.

También lloran los periodistas de la TV al dar las noticias, no si antes expresar su impotencia porque en su ciudad manda el crimen organizado, aunque otros, en otras urbes, en busca de audiencias narran en vivo y en directo asesinatos, asaltos, comentándolos como si de partidos de indoor fútbol se tratasen.

Ah, en ese cambalache ya se duda sobre si quien camina por la vereda, no importa si con terno y corbata de seda, bermuda o jeans levanta colas, es un profesional, o un bandolero, un sicario, un soplón; o va rumbo a la cantina, a la Asamblea, a algún ministerio.

Delinque no solo quien asalta, el que es parte de un grupo narcocriminal, los que “vacunan” sea al dueño del gran hotel o al vendedor de salchipapas; también aquellos que siendo violadores, contrabandistas, mineros ilegales, se disfrazan de políticos; igual, aquellas hordas que para engullir dinero público y alzarse con el poder conforman movimientos y partidos, convirtiendo a sus seguidores en masas sin pensamiento propio.

Nuestro destino como patria es ver cómo la Justicia es parte de un cambalache más. Se pone toga el ignorante, el miedoso, el corrompido; y cualquiera puede ser juez y hasta multicompetente; donde el poderoso quiere meterle la mano y para hacerlo, a la vieja usanza, remeda a las arañas.

Ese destino está llevando a que ya ni vergüenza se sienta al ver a alcaldes con grilletes; a no preguntarse quién es más corrupto, si el corruptor o el corrompido; a creer que las viudas de Fito no rezarán para que no cante; o que ya no vale la pena vivir en este suelo, donde hasta las trancas para intentar luchar contra la violencia son demandadas por creerlas inconstitucionales, en tanto los delincuentes aplauden aquellos límites de este “Ecuador del alma”. (O)

Lcdo. Jorge Durán

Periodista, especializado en Investigación exeditor general de Diario El Mercurio

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