Una nueva posibilidad de lectura para la poética de Rubén Astudillo y A, organizada en dos momentos, uno vinculado al existencialismo y su idea sobre la Divinidad y la Muerte de Dios sostenida por los existencialistas franceses; y otro vinculado al misticismo y abordado desde la memoria, la infancia y la escritura, planteó Juan Carlos Astudillo Sarmiento en el Encuentro de Ecuatorianistas, en la UDA, y propuesta en los siguientes apartados: Exilio, infancia y fe: “el extranjero cotidiano”. El existencialismo como camino de barro. La Memoria, el Tiempo: poesía mística y el ser de la Infancia.
Es que no es posible separar la vida y la obra del poeta, bajo el riesgo de caer en interpretaciones fuera del contexto biográfico y social. La parroquia en donde vivió los tempranos años de la década del cuarenta, era un pequeño poblado entre colinas, ríos, sembríos, una plaza central y una iglesia como centro, sobre todo, ideológico/político. Entorno del que es arrancado a los 10 años de edad para una lejana educación conventual del que escapará adolescente. ¿Qué queda después de violentar la niñez, el ensueño de la infancia, más que una búsqueda constante de un lugar de pertenencia?, “el tiempo de la inocencia y la felicidad, el paraíso de la vida, el Edén perdido, hacia el cual, durante todo el resto de nuestras vidas, volvemos la mirada con nostalgia” (Shopenahuer, en Onfray, p. 205). Así, su yo poético inicia su camino lírico desde una desaforada afrenta para con la idea de la divinidad aprendida en los años de claustro. El tema de lo divino, en su poesía, cobra una dimensión épica en poemas como “Oración para ser dicha ayudando o tercer intento de salvación” y en La larga noche de los lobos —, desde esa búsqueda entre la negación y la blasfemia, como sugerían Ernesto Cardenal, Gonzalo Arango y David Mejía, entre otros.
La revelación mística llega de la mano de la memoria, de la contemplación en el silencio que ata la psique a un momento idílico envuelto por la mágica re-construcción de la infancia, luego del enfrentamiento con la idea de la divinidad, vuelve la vista a las raíces en búsqueda de un lugar de donde partir al amparo de ese encuentro íntimo, profundo y por lo tanto, universal, plantea Juan Carlos Astudillo. (O)