Por mi actividad profesional tengo la oportunidad de conocer varios casos de violencia de género contra niñas, niños, adolescentes y mujeres, principalmente; por alguna razón no me sorprende que en algunos gimnasios de la localidad se escondan degenerados sexuales bajo el rostro de instructores de fitness o entrenadores personales.
Estos sujetos de condición mental y moral anormal aprovechan el descuido de las deportistas o aficionadas al fitness para fotografiar “sus formas” en algún momento de la rutina; más aún, cuando toda la concentración se focaliza en un hábito disciplinario y deportivo.
¡No es justo! Que las mujeres nos obliguemos a cuidarnos de aquellos degenerados que como infiltrados maliciosos actúan con retorcido fin al interior de espacios privados destinados para el sano esparcimiento.
¡No es justo! Que conforme aportemos a las economías privadas paralelo al cuidado de nuestra salud, también tengamos que estar con un ojo en la máquina y otro al acecho, a la espera de que a alguno de ellos “se le duerma el diablo”.
Ante las alertas, amerita que a la par de la membresía, la contraparte también garantice una política interna “cero tolerancia a la violencia sexual” pues, así como llegan, refieren y permanecen juntas las mujeres deportistas; así mismo, se organizan, alzan su voz, denuncian la violencia, exigen sus derechos y deciden por una alternativa segura.
Las mujeres sororas cambian paradigmas…(O)