¡Quién nos entiende!

Año corrido, y cada vez que vamos en pos de un servicio en las instituciones públicas, nos pasamos mandado al diablo a los pipones que, según nuestras rabietas, laboran en oficinas hechas con “diseños minimalistas”.

El piponazgo es una de las “políticas públicas” más cumplidas, nunca ofrecidas eso sí, por nuestros políticos. 

Los milenials, los centennials, qué van a saber sobre el humorista, Don Evaristo, interpretado por el actor Ernesto Albán (+), quien en una de sus clásicas “Estampas Quiteñas” decía que, en el Ecuador, tras las elecciones únicamente quedaban dos partidos: “los que maman y los que no maman”.

En cada gobierno fueron aumentando “los que maman”. Conforman un bosque humano. Es imposible destetarlos.

Parte de ese bosque son los policías y militares, y quienes son parte de la salud pública, del magisterio. 

Pero de que hay, hay esa otra burocracia que pulula por ministerios, secretarías, universidades públicas, y en otros entes creados con nombres rimbombantes, difíciles de memorizar, a su vez subdivididos en otras instancias y estas en otras, y estas otras en otras.

Claro que entre los burócratas hay quienes cumplen su trabajo.  

Pero abundan los pipones, aquellos cuyo trabajo es hurgar por aquí y por allá, hacer de cepillos y soplones, salir a contramanifestaciones para defender al gobierno que les ingresó a la mamadera pública, entorpecer trámites; están listos para hacer meter la pata a los novatos, cobran solo por firmar lo que hacen otros, como ocurre, por ejemplo, en una universidad del Cañar, plagada de extranjeros e importados desde la capital del centralismo y por eso se creen la “divina pomada”.

Tras la evaluación, esos se quedarán. Ya lo verán.

Insisto, siempre hablamos sobre esos pipones. Igual de los que abundan en alcaldías y prefecturas. Aquí se emplean a afuereños en vez de lugareños, se contratan abogados de otros lados por pertenecer a un “estudio de prestigio”, aun teniendo abogados propios y excelentes. ¡Qué ironía! ¡Viva la autonomía!

Ahora que se viene una cirugía, imperceptible e inocua, (¿un distractor?) con la “desvinculación de unos cinco mil”, se pone el grito en el cielo. Que pobrecitos; que los echan a la calle, mientras un Estado adiposo, puesto de rodillas por el crimen organizado, acosado por deudas y que sigue endeudándose; acorralado, para que dé salud, educación, seguridad, trabajo, y que todo sea gratis porque así le exige el anti neoliberalismo y el progresismo castrado, cuyos propulsores jamás producen nada, es un elefante subiendo escaleras untado las patas con sebo.

Bueno entonces ¿qué mismo? ¡Quién nos entiende! (O)

Lcdo. Jorge Durán

Periodista, especializado en Investigación exeditor general de Diario El Mercurio

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