El título de estos renglones no es mío, pero me agrada, lo he usado ya. Los términos que me propongo glosar sintetizan instancias y urgencias nuestras. El Ecuador de hoy no es el que me vio nacer. Vivimos horas llenas de temores y zozobras que bien vale darnos un baño de esperanza y optimismo. La mente y el corazón, hoy más que nunca, requieren fusionar sus actividades en pro de la felicidad.
Intento dirigirme a quienes nacimos en lugares distintos pero cobijados desde niños con un mismo tricolor; a quienes tenemos padres y abuelos ancianos o muertos amando a su Ecuador, que trabajaron por el progreso, fueron cultores del bien, amantes de la honradez, respetuosos del honor de los demás y empeñados en trabajar por el bien de la comunidad que les rodeaba. No tenían los bienes que hoy disponen las nuevas generaciones, pero amaban el trabajo, les gustaba decir la verdad, respetaban los haberes ajenos, la calumnia era aborrecida y juntos, con familiares y vecinos, sabían el concepto de patria porque lo aprendieron de sus padres y maestros y crecieron respetándola y respetando a quienes vivían en ella.
No busco hacer un recuento de males porque los conocemos y se encuentran a la vuelta de nuestras esquinas. Pretendo estimular nuestros espíritus, inyectarnos valor para hacer frente a deficiencias presentes y heredadas.
ÁNIMO para conseguir nuestras metas y hacer realidad nuestras intenciones; necesitamos una mentalidad positiva, es decir, saber que para combatir con éxito es necesario querer vencer, estar dispuestos a luchar, hacer lo posible e imposible para cuajar intenciones en realidades. Nuestra mente y nuestra voluntad deben estar prontas para reforzar proyectos y alcanzar la victoria que necesitamos. Querer es poder debe ser nuestro lema, es decir, el éxito está en nuestras manos. Que el triunfo sea nuestro y que sea consecuencia de nuestras decisiones.
VALOR porque el trabajo fatiga, la lucha debilita y el esfuerzo desgasta. Es menester entonces inyectarnos optimismo y convencernos que somos más fuertes si nos encomendamos a Dios. La constancia vence al genio y taladra montañas.
MIEDO al desánimo, a dejarse atemorizar por la crítica malsana, al desgaste moral, al abandono de propósitos, a deponer las armas.
ANIMO, VALOR Y MIEDO forman una trilogía de éxito personal y comunitario. Caminemos con ánimo y valor, sin miedo al fracaso. (O)