Cuenca es una ciudad distinguida y con múltiples reconocimientos nacionales e internacionales. No ha sido fácil llegar a este gran nivel forjado históricamente por nuestros antepasados y preservado y potenciado por todas las generaciones de cuencanos. Hoy disfrutamos de las bondades de una ciudad amigable, bella, segura y con excelentes servicios.
Debemos cuidarla, porque si bien el camino para llegar a este estado de cosas ha sido complejo, también es un desafío, incluso aún mayor, mantenernos en ese nivel y mejorar los múltiples aspectos de la convivencia socio-ambiental. Muchos aspectos son debatidos y regulados jurídicamente. La promulgación de normas de derecho es el resultado del interés, el debate y el cumplimiento de los procedimientos legislativos establecidos para ello.
Sin embargo, una vez dictada la norma, el interés que podría haber tenido el debate previo a su promulgación, se disipa y el velar por su cumplimiento es menor. Muchas veces, la norma no es respetada por la ciudadanía, que al percatarse que las instancias encargadas de hacerla cumplir no lo hacen, la infringe sistemáticamente. Ese comportamiento social va en detrimento de la calidad de vida y erosiona los niveles alcanzados.
La validez de la norma, que es el cumplimiento de los procedimientos formales establecidos para su promulgación, es importante pero no suficiente. Se requiere que la norma tenga vigencia en la práctica, es decir que sea acatada por la ciudadanía. Una norma puede tener validez, pero no vigencia.
Cuando eso sucede, el rol fundamental del derecho que es regular la convivencia social de manera obligatoria, no se cumple. Las normas se convierten en meras declaraciones, porque son vilipendiadas por actos ciudadanos que la contrarían y no reciben ninguna sanción por ello.
Escribo esta nota pensando en dos situaciones evidentes en la vida cotidiana en nuestra ciudad. La primera se refiere a la ordenanza que prohíbe a los ciudadanos que fungen como cuidadores de los vehículos que se estacionan en las calles, cobrar por esa actividad. La segunda, tiene que ver con la aplicación de las leyes de tránsito. Las dos normas jurídicas son irrespetadas sin que exista real intención de hacerlas cumplir mediante la imposición de las sanciones legales previstas.
Pensar y dictar normas es importante. Respetarlas y hacerlas respetar, también lo es. No obstante, en este último ámbito, no actuamos como corresponde, situación que tiene como efecto el deterioro del imperio de la ley y en consecuencia de la calidad de vida de la gente. (O)