Sobredosificación profesional

El reciente escándalo que golpeó a la academia ecuatoriana no es un hecho aislado, sino el síntoma de una enfermedad inducida y profunda: la sobredosificación profesional. Un grupo de estudiantes de Medicina, al postularse en el extranjero, ocupó decenas de los primeros lugares en los procesos de selección. El dato asombró a propios y extraños: de los primeros treinta puestos, nueve fueron ecuatorianos. Una hazaña sospechosa que pronto se confirmó como lo que era: trampa.

Detrás de esa vergonzosa revelación hay una verdad que se repite: el Ecuador produce más médicos de los que el sistema puede absorber. La proliferación indiscriminada de facultades de Medicina, sin planificación ni control, genera miles de egresados que se enfrentan a una realidad amarga: hospitales saturados, plazas rurales insuficientes, precarización laboral y, para colmo, la importación de médicos extranjeros. ¿De qué sirve formar profesionales si el Estado no garantiza espacios para que ejerzan?

En Argentina, el Ministerio de Salud de la Nación expuso un hecho contundente: una universidad ecuatoriana que representaba apenas el 0,02 % del total de postulantes logró ubicar a nueve de sus estudiantes entre los primeros 27 puestos. El fraude fue evidente y la consecuencia inmediata: el estigma de ser vistos en el extranjero como oportunistas y no como profesionales capaces. Es la peor condena para un país que debería exportar excelencia, no sospechas.

La raíz del problema es clara: la universidad se ha convertido en un negocio rentable, en un botín político y también en una herencia familiar. Ciudades pequeñas como Cuenca, con apenas 600 mil habitantes, cuenta con cuatro facultades de Medicina. En estas universidades se multiplican títulos de todo jaez, menos de calidad; se fabrican ilusiones, no oportunidades.

La advertencia del jesuita chileno Alberto Hurtado Cruchaga sigue siendo un grito de alerta: “Donde va la universidad, va el pueblo”. Si la universidad se degrada en fábrica de títulos, el pueblo cosechará desempleo, subempleo, mediocridad y migración forzada.

El dato de la OMS es contundente: recomienda 23 profesionales de salud por cada 10.000 habitantes. El Ecuador tiene 38 médicos por cada 10.000, y aun así sigue creando facultades de Medicina, como si el problema fuera la escasez y no la saturación. El resultado: frustración, fuga de talentos, insuficiencia y una sociedad que paga los platos rotos de la irresponsabilidad política y académica.

La universidad debe recuperar su esencia: excelencia, investigación y servicio a la comunidad. Lo contrario, no es solo un error: es una estafa contra la juventud y un crimen de lesa patria. (O)

Dr. Edgar Pesántez

Médico-Cirujano. Licenciatura en Ciencias de la Información y Comunicación Social y en Lengua y Literatura. Maestría en Educomunicación y Estudios Culturales y doctorado en Estudios Latinoamericanos.

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