Todas las personas, tengan el oficio que tengan, viven dentro del mundo financiero: van de compras, utilizan tarjetas de crédito, emprenden un negocio, depositan su sueldo en el banco o la cooperativa, lo gastan, etc. Por eso es bueno tener una buena cultura financiera, para gestionar mejor nuestro dinero y para conocer mejor nuestras oportunidades y los riesgos que tienen los productos financieros que contratamos. La cuestión es evidente: ¿estamos preparados para tomar decisiones responsables con nuestro dinero?
La educación financiera de una persona es, en general, la capacidad que esta tiene para saber administrar mejor su dinero y de comprender cuáles son las mejores opciones financieras en su día a día (contratar un seguro, invertir, ahorrar, adquirir un préstamo…). Manejar y aplicar esos conocimientos, dice Puig, será esencial para tomar decisiones correctas con una mayor confianza y seguridad que, al final, repercutirán directamente en la calidad de vida. Por ejemplo, si queremos emprender un negocio, es bueno saber qué es el modelo de negocio o cómo hacer un buen plan de negocio. Esto nos ayudará a aterrizar nuestra idea con más garantías de éxito.
En Ecuador, la baja cultura financiera genera problemas como el sobreendeudamiento y la falta de ahorro. No se trata de ser expertos, sino de comprender conceptos básicos como el uso adecuado de créditos, la importancia de un presupuesto familiar y la definición de objetivos financieros. Revisar de forma constante los ingresos y gastos permite identificar servicios innecesarios, consumos duplicados o incrementos de precios que afectan la economía personal. Este hábito contribuye a reducir gastos y alcanzar metas tanto laborales como personales, fortaleciendo así la capacidad de las personas para administrar mejor su dinero y mejorar su calidad de vida. (O)