La educación: clave del futuro

La frustración de una sociedad cada vez más trivial e insegura exige cambios profundos en un pilar esencial: la educación, verdadera clave del futuro. No solo aquella que se imparte en las aulas, sino también la que nace en el hogar y se cultiva día a día en la convivencia. Ahora que inicia un nuevo periodo escolar, vale detenerse en algunas reflexiones para dar la bienvenida a maestros y alumnos.

Quienes venimos de una época ya distante recordamos con respeto a nuestros maestros y al sistema que nos cultivó: jornadas dobles, a veces hasta los sábados por la formación en catecismo y opciones prácticas. Aunque los sueldos de los docentes eran entonces más bajos que los actuales, su misión y su vocación eran infinitamente más firmes. Había profesores rurales que enseñaban a todos los grados, mientras en las ciudades un profesor dictaba todas las materias. Pero ellos, no solo se limitaban a impartir conocimientos sino a formar personas, inspirando con su ejemplo y dejando huellas imborrables.

Cómo no evocar a mi primera maestra: mi madre, Mercedes Judith; también a otros como Rafael León, Octavio Pesántez, Luis Gaón y, aunque no fue mi institutor directo, evoco la mística de Huguito Arévalo M., quién aún transita por este mundo con el deber cumplido. Ellos forjaban la personalidad de los estudiantes en lo académico, social, ético, emocional… Y los alumnos, conscientes de ello, éramos respetuosos y obedientes. De otro lado, los padres o sus representantes defendían las decisiones y las reprimendas de los maestros.

Hoy, en cambio, se acumulan transformaciones vacías: se idolatra la tecnología sin pedagogía sólida, se desdibujan los referentes clásicos y se entrometen ideologías como de género y política y otras modas que poco aportan a la verdadera formación. La educación parece involucionar, en lugar de mejorar.

A esto se suma la burocracia y papeleo: de dos décadas atrás los profesores, comenzando en la primaria hasta la universidad, son acosados por llenar formularios y evidencias de todo tipo: planes de mejora, planes de refuerzo, programas, actas, sílabos, carpetas interminables que roban tiempo a la enseñanza real. Mientras tanto, los estudiantes se ahogan en tareas sin sentido y los maestros, desbordados y agotados, caen en la depresión.

Frente a este panorama, urge una transformación del sistema educativo. En esta esperanza, justo es reconocer y alentar a quienes sostienen la noble misión de educar.Que los maestros y alumnos inicien este nuevo ciclo sin miedo ni presión, convencidos de que la educación es la clave del futuro. (O)

Dr. Edgar Pesántez

Médico-Cirujano. Licenciatura en Ciencias de la Información y Comunicación Social y en Lengua y Literatura. Maestría en Educomunicación y Estudios Culturales y doctorado en Estudios Latinoamericanos.

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