Estoy por concluir mi novena década como habitante-inquilino de este singular planeta tierra. Volver los ojos atrás no siempre es lastimero. Es regresar a senderos llenos de escollos y cumbres, es verdad; pero también es encontrarse con sueños que se convirtieron en realidad; con muchos compañeros de viaje que se volvieron amigos y con una familia que nunca dejó ni deja de hacernos saborear las delicias de esta vida: amar y ser amado.
Nos quejamos, soy uno de ellos, de vivir en la actualidad meses confusos, años desperdiciados y días por demás grises. Presentimos que hay dolores de parto en la naturaleza. La preñez de los días, en este caso, resultó algo traumática, con dolores anticipados y con incertidumbre de aquello que vendrá: hay desasosiego y esperanza, alegrías y penas que conviven en franco deterioro.
Giambattista Vico fue quien estudió la historia de la humanidad, hace ya más de tres siglos; él encontró tres fases que se repetían en el deambular humano. La primera muestra el crecimiento paulatino y constante de la humanidad; la segunda señala logros y triunfos que convierten a los siglos en épocas de oro para llegar finalmente a un tercer momento que demuestra un declive aparatoso de todo aquello que con orgullo y trabajo se consiguió.
La actualidad que nos ha tocado vivir demuestra un cansancio o vértigo de los años vividos en la segunda fase de la que hemos sido testigos: avances sorprendentes en los campos de la comunicación, medicina, conquista del espacio, conocimiento del subsuelo, etcétera. Como todo desmoronamiento es veloz y estrepitoso, lo contrario de los periodos de gestación, construcción y resurgimiento.
¿Nuestro rol? Si estamos atravesando un sálvese quien pueda es indispensable precautelar los basamentos de nuestra civilización; impedir que se destruyan las leyes y normas del buen vivir; hacer frente a lo inevitable sin sustos ni temores; precautelar las raíces cristianas de nuestras familias y civilización. Si en algo debemos ceder que sea a través del repudio a elementos perniciosos. No entreguemos botines que no lleven el sabor de la resistencia porque no defendemos muros ni rascacielos, defendemos el hoy y el después de la humanidad, a sabiendas de que de estos escombros, en un mañana no distante, resurgirá el nuevo humano que recreará lo que fue y construirá un medio apto para la vida con saludables remembranzas de un pasado reciente. (O)