“El secuestro no es como un delito contra la propiedad. Es un trato ruin, cruel e indiferente al grupo humano más fundamental: La familia, dice Mark Bles en su libro (El negocio de los secuestros). El secuestrador como el “VACUNADOR” en nuestro medio provoca trastornos emocionales en los miembros de la familia. Cada minuto, cada hora que pasa, luchan entre la esperanza y la desesperación, mientras se enfrentan a sentimientos de culpa, odio e impotencia.
En su incansable afán por conseguir dinero, estos vacunadores y secuestradores se lucran con los sentimientos de los parientes (esposa e hijos). Al fin de ejercer presión y conseguir el dinero por un rescate; y no reciben lo que han pedido, van contra sus familiares… Mientras se sigue pregonando sobre la corrupción que han heredado…Me recuerda el pensador y filosofo italiano Norberto Bobbies: “El fascista habla todo el tiempo de corrupción. Lo hizo en Italia en 1922, en Alemania en 1933 y en Brasil en 1964. Acusa, insulta, agrede como si fuera puro y honesto. Pero el fascista no es solo un criminal, un sociópata que persigue una carrera política, en el poder no vacila en torturar, violar, robar sus pertenencias, su libertad y sus derechos”. El secuestrador es un delincuente fascista que practica la maldad.
Los secuestros se han convertido en una plaga moderna, lo mismo que los asesinatos, las violaciones, los robos, el abuso deshonesto de menores e incluso el genocidio. En nuestro país el primer trimestre de este año registra 692 casos de secuestro; en el 2024 se registraron 2095 casos, sin que se cuenten de los vacunadores que no son denunciados… ¿Por qué? Es que se nos han inculcado el miedo, hermanados en la desgracia deshumanizada. ¡Qué vergüenza! ¿De dónde salen todos estos vacunadores? (O)