Hay una proliferación de autodenominados “constitucionalistas” —que no lo son, que dictan caminos y conveniencias. Las ocurrencias. Lo que creen. Un “así ha de ser”. Han confundido al país.
Que la nueva Constitución. Que mejor la anterior. Que una constituyente, o dos más. Que reformas, o que esto suena mejor. Quizá puede ser. En todo caso, no va a ser. Algunos, con algo de desenfreno y viveza, en realidad están coordinados desde manos invisibles para salir, decir, acallar o difamar; pero, al final, ponerse el título de constitucionalista. Eso suena bien. Apreciado lector, me refiero —por supuesto— a quienes no lo son, a quienes no tienen formación en el área. Usted puede verificarlo en la consulta pública de títulos de educación superior (en la web) y lo verá. Sorpresas se llevará. Hay que aprender a filtrar.
En el país ocurre lo de siempre. Un profundo problema: la ausencia de ética. De autocorrección. De pausa. De cuidado y revisión. Pero tampoco es tarea de unos pocos, sino, al contrario, de todos. Aún más, de quienes amplifican a los que, en realidad, sostienen una mirada de conveniencia, apasionamientos o incluso acuerdos. Se está jugando con la credibilidad y el futuro; la estabilidad y el sentido del país.
Ecuador es un país diverso. Sí. Sus instituciones no responden al apetito de temporada, ni al gusto de una comuna, de una oposición, de bandas y bandidos, de antiguos dictadores ni de un grupo de gobierno. Al contrario, las instituciones y sus principios siguen siendo un intento por consolidar lo escaso: el respeto a la República, al Estado Constitucional y a la democracia. Aquello, tras años de populismos, dictaduras, extremos, golpistas y rupturas.
Las disposiciones normativas que contienen los mínimos jurídicos para la independencia de poderes, las obligaciones, la responsabilidad de gobernantes, el control, el uso de la fuerza, la autodeterminación de los pueblos y el respeto a todos, no son, pues, un vademécum para antojadizas interpretaciones. Cuando un principio jurídico o una institución no funciona o tiene defectos, se corrige, se entiende, se revisa, se mejora. No se la niega. Tampoco se la esconde. Menos aún, se la viola.
Más claro: al país le hace falta más gente sensata. (O)
@jchalco