No sería descabellado pensar que, gracias a nuestro prurito por las campañas electorales, en el exterior se nos juzgue a los ecuatorianos como una especie de “adictos” a los procesos eleccionarios. Nos dicen que andamos coleccionando certificados de votación o gorras con distintos números y colores. Hasta teníamos fotografías de las papeletas por quién votábamos, ventajosamente hoy maniobra fuera de circulación y con elevadas multas en caso de fraude. Entonces, y como para variar, en catorce días a partir de la fecha, estaremos nuevamente ante las urnas electorales depositando, con fé y paciencia, por utilizar los términos más benevolentes de nuestra azarosa vida política, nuestro voto, en busca de días mejores para la patria.
La pregunta de la consulta popular que se refiere a que si estamos de acuerdo o no con la convocatoria a una Asamblea Constituyente para que ésta elabore una nueva constitución, hay que tenerla perfectamente “masticada”, pues implica, primero que gane el SI, luego, que se convoque a un nuevo proceso eleccionario para elegir por votación popular a los asambleístas constituyentes, luego, viene el trabajo encargado a la Asamblea y, una vez concluido el mismo, es decir, redactada la nueva constitución, vendrá, finalmente, un referéndum aprobatorio en el mismo que los electores se pronunciarán sobre si están o no de acuerdo con el flamante documento. Si este paso final concluye de manera positiva, es decir, los electores lo aprueban en las urnas, ahí, y solo ahí, podrá ser enviado al Registro Oficial para su publicación y entrada en vigencia.
Buena parte de la ciudadanía tiene desconfianza sobre el proceso descrito y critican, sobre todo, la calidad de los asambleístas que podrían formar parte de una futura Asamblea Constituyente. Es necesario recordar que las decisiones importantes, las más de las veces, no las toman los asambleístas por su cuenta sino las cúpulas de las agrupaciones políticas que representan. De ahí que, en caso de que lleguemos a la fase “constituyente”, la responsabilidad del trabajo legislativo siempre estará en manos de la “patronal” de los partidos que forman parte hoy de la farándula política ecuatoriana. (O)









