En el silencio de la noche los palestinos sueñan con un mundo mejor, sienten el tacto de los suaves dedos de la verdadera justicia, la que rosa sus labios y limpia las lágrimas de sus rostros; pero al amanecer abren sus ojos, y el miedo los invade repentinamente y empiezan a escuchar el susurro de los ecos de la nada.
Niños, mujeres, y ancianos, bajo los escombros de sus casas, o en la inclemencia del desierto, sienten que sus espíritus se sublevan contra las injusticias del hombre; y sin sosegarse la tempestad de sus almas, sienten que les acompaña una voz celestial de paz, y entre sollozos dicen: Estamos solos y los crueles dardos de la vida nos acompañan, despedazan nuestros corazones y nos encadena a nuestra propia tierra los grilletes de la libertad.
El ECO DE PALESTINA se funde con las nubes, y se desvanece en el amplio horizonte de un mundo globalizado. Los palestinos claman a gritos frenéticamente, como niños hambrientos, abren sus brazos en todas las direcciones y lo único que escuchan son los ecos del silencio.
Los que amamos la paz, la justicia y la libertad, muchas veces soñamos con ellas, y en nuestros sueños vemos manzanos en forma de cruz, de los cuales prenden como crucificadas, y de sus manos y pies manan gotas de sangre que caen sobre flores marchitas de un árbol seco, con ramas que ya no se columpian con la dulce brisa, y en las que no construyen sus nidos los pájaros.
Los sobrevivientes del genocidio de la Franja de Gaza miran en todas las direcciones, pero nada ven, salvo: el espectro de la muerte de pie junto a aquellos restos fantasmales; no escuchan nada, excepto el gemino de lo inexistente mezclado con los graznidos de los cuervos revoloteando sobre las víctimas de la ley humana.
En mi criterio la libertad es lo que vemos y experimentamos a través del espíritu. Sobre un canto de paz que endulce el espíritu de los gazatíes y que flote libremente ante el calor del sol o sobre la superficie del desierto; nacerá la luz que los conducirá la belleza inefable de la paz, la justicia y la libertad.
La naturaleza sonríe en primavera, ríe en verano y bosteza en otoño; pero ahora llora en Palestina y con sus lágrimas humedece la vida oculta en sus entrañas.
¿Acaso es un honor para el hombre matar a su hermano?, ¿puede el poeta componer sus cantos bajo las estrellas veladas por el humo de los misiles?, ¿puede el músico tocar el laúd en una noche cuyo silencio es violado por el terror? (O)





