Hagamos referencia a una exposición literaria de hace tres décadas, cuyo núcleo esencial es el siguiente: una epidemia de ceguera súbita despoja a la sociedad de sus normas y revela la verdadera naturaleza humana. En medio del caos, el autor explora cómo el miedo, el egoísmo y la pérdida de valores emergen cuando desaparecen las estructuras que sostienen la convivencia. Más que una historia sobre la falta de visión física, es una reflexión sobre la ceguera moral y social, invitando a cuestionar nuestra capacidad de empatía y solidaridad frente a la adversidad. Esta genialidad fue concebida por la mente prodigiosa de José Saramago.
Hoy, esa metáfora cobra vida en escenarios cotidianos. El llamado “viernes negro” se ha convertido en un ritual global donde la razón se eclipsa ante la voracidad del consumo. Multitudes compiten por descuentos como si la felicidad dependiera de una etiqueta, ignorando el camino que recorremos para obtener un producto, atropellando principios, violentándonos entre nosotros y, sobre todo, justificando cualquier medio para alcanzar un fin. ¿No es acaso otra forma de ceguera colectiva? Una sociedad que ve precios, pero no consecuencias; que corre tras lo inmediato, olvidando lo esencial.
Este fenómeno nos invita a reflexionar: ¿qué tan frágiles son nuestros principios cuando se enfrentan al deseo? Tal vez la verdadera epidemia no sea la falta de visión, sino la ausencia de conciencia. Recuperar la mirada crítica es urgente, porque solo quien ve más allá del brillo superficial puede construir un futuro ético y sostenible. (O)
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