En el continente africano aparecieron, por evolución, los primeros hombres, allí se desarrollaron los más remotos pueblos. Hubo guerras, igual, seguramente, que cuando dos leones luchan por su comida o por su hembra, Creían en sus dioses y no pedían ni imponían a otros sus creencias.
Pero después, con el tiempo o la llegada de seres de países lejanos -igual desgracia que en América- llevando lo que consideraban normas de una «mejor forma de vivir». Se consideraron a sí mismos como los predestinados para dominar a pueblos que vivían en paz y les trajeron miseria, infelicidad y desgracia.
Después llegaron los colonizadores cargados de sus creencias y de su Biblia para imponerlas a la fuerza, a sangre y fuego, a quienes vivían tranquilamente con sus religiones anteriores ¿Qué derecho tenían para convertirse en los catequistas forzados y de matar y martirizar a quienes preferían seguir con sus ancestrales religiones y creencias…? ¡Ninguno que no fuese su ignorancia, fanatismo y maldad! Y mataron a millones por esta causa.
¿Qué derecho tenían para erigirse en gobernantes de los pueblos que allí, en África y América vivían desde tiempos inmemoriales…? ¡Ninguno! pero se erigieron en jefes y dueños de personas y bienes. Esclavizaron a su gente, violaron sus mujeres, mataron a sus hombres, destruyeron el futuro de sus niños. Y consecuencia de eso y de las religiones que a la fuerza impusieron a los seres humanos, vinieron esas guerras espantosas entre ellos, entre sus tribus y países nacidos ilegítimamente por la imposición de esos colonizadores que son los responsables de la tragedia africana y americana. Esas mismas guerras que siguen asolando ahora mismo los desiertos, selvas y pueblos son las que enseñaron e impusieron los «civilizados» europeos.
Con las nuevas religiones impuestas, con un diferente sistema de gobierno, ambicioso, corrupto, con el ansia de riquezas a cualquier precio, con la guerra fratricida y con la desvalorización de la vida humana, los africanos y americanos fueron «instruidos» por esos «civilizadores» en un desangre infame por el oro, los diamantes, el uranio, etc. y en un sistema de muerte y miseria. (O)






