Que diferente es sentir interés por algo, que estar comprometido con eso. Es como la diferencia que existe entre observar desde la orilla y entrar al agua, o entre hacer por cumplir y hacer porque algo dentro nuestro se enciende.
Dicen que cuando estamos medianamente interesados, perderemos frente a quien está obsesionado, porque la curiosidad profunda transforma la experiencia, mientras que el interés tibio apenas la roza.
James Clear en sus hábitos atómicos dice que las pequeñas ventajas se acumulan con el tiempo, y esas pequeñas diferencias (como esos minutos extra de atención, esa pregunta curiosa, esa lectura que nadie exige), no suman, multiplican.
Como profesora lo veo todo el tiempo, el estudiante que quiere “pasar” memoriza, el que siente curiosidad quiere entender, desea aprender. Y entender deja marcas que duran años, mientras que lo memorizado se evapora después del examen.
Angela Duckworth lo llama determinación (grit), coloquialmente lo llamaríamos “ñeque”, esa combinación de pasión y perseverancia que no se empuja desde afuera, sino que se sostiene desde adentro con involucramiento y constancia silenciosa.
Lo que hacemos a medias rara vez crece, es como si la vida nos cobrara la falta de entusiasmo, como si hubiera un peaje por navegar en modo piloto automático, o una multa para el pusilánime.
La poeta Anne Sexton escribió que lo que hagamos, lo hagamos completamente. Un recordatorio de que la energía incompleta genera resultados incompletos, y vivir a medias, tarde o temprano, pasa factura.
No se trata de obsesionarse con todo, nadie puede entregar el alma en cada tarea. Pero sí podemos identificar qué merece nuestra atención plena, y, en eso, poner nuestra curiosidad y pasión, y sin miedo dejar todo en la cancha. (O)
@ceciliaugalde









