En muchas partes del mundo, el siempre verde árbol de navidad es uno de los símbolos más característicos de las fiestas. Su origen se encuentra en la provincia de Buhuslan (en la costa occidental de Suecia) y en la cercana provincia de Ostfold (Noruega). Allí repartidos en unos cinco mil sitios, se han hallado más de setenta y cinco mil grabados rupestres, algunos de los cuales representan arboles siempre verdes; estos grabados dan a entender que el culto al árbol siempre verde empezó antes del nacimiento de Cristo. Esto según los arqueólogos datan entre los años 1800 y 500 antes de nuestra era. Hay investigadores que opinan que tanto en Suecia y Noruega se consideraba símbolos sagrados los árboles siempre verdes como el abeto. Es comprensible que un árbol que no pierde su verde follaje, que se mantiene “vivo” cuando los demás parecen morir en el frio, encerraba un cierto misterio.
Los árboles han sido desde siempre símbolos de vida, supervivencia e inmortalidad en muchas culturas alrededor del mundo. La religión y la cosmología fueron adaptadas por los pueblos que Vivian de la agricultura y la cría de animales; adoraban a los mismos dioses, aunque con nombres distintos.
La Enciclopedia Británica dice respecto al árbol de Navidad: “El culto a los árboles era común entre los europeos paganos y sobrevivió de estos al cristianismo”. Lo hizo bajo formas de diversos ritos y costumbres, como colocar un árbol de navidad a la entrada o en el interior de la casa durante la fiesta. A partir de 1841, la familia real de Gran Bretaña utilizo un abeto decorado en sus celebraciones navideñas. Hoy el árbol de navidad es reconocido en todo el mundo y la demanda es incontable de millones de ejemplares naturales o artificiales, no tiene fin. Unas felices fiestas. (O)




