Va a pasar un año más y las fórmulas para sacarnos de la pobreza siguen iguales, sólo que el sabor de las mismas es más amargo para los miles de conciudadanos que emigran o se hunden del todo, mientras las instituciones y los valores humanos se destruyen irremisiblemente.
A veces uno tiene la impresión de que un año ha volado, pero, aunque no haya sido suficiente para cumplir nuestros objetivos, han sucedido varios tipos de acontecimientos en nuestras vidas personales, en la vida del país y en la vida del mundo.
Deberíamos suponer que nos ha deparado enseñanzas, pero también deberíamos suponer que las personas hemos aprendido algo de ellas, nuestro camino por la historia testimonia que no siempre estamos dispuestos a aprender. Las generaciones actuales abusan del tiempo, porque lo consideran una fuente inagotable, beben y corren, como si fueran los mensajeros de un deseo insensato; condenados en sus ambiciones de posesión.
La sociedad se ha sometido durante siglos a leyes corrompidas, hasta el punto de no poder comprender el sentido de las leyes superiores y eternas….la enfermedad espiritual se trasmite de generación en generación, hasta que se convierte en parte integrante del pueblo, que ya no la considera como una enfermedad, sino como un don natural.
La mayor parte de nuestra vida la pasamos entregados al mal, otra parte sin hacer nada, y toda la vida haciendo lo que no deberíamos. Aprendamos a valorar el tiempo, saber cuánto vale un día, entender que cada día el hombre muere un poco.
Toda la porción de nuestra vida que queda tras nosotros pertenece al dominio de la muerte, todas las cosas en realidad nos son extrañas, sólo el tiempo es bien nuestro. Es menester no abatir nuestra fe en los tormentos, y, velar en pie y aún heridos en las trincheras, no apoyarnos en las palabras demagógicas de nuestros políticos, ya que el sueño acostumbra invadir a los que se apoyan en alguna cosa.
Vientos turbulentos continúan azotando a nuestro país, no continuemos honrando falsos profetas y brujos de nuestra política, no sigamos buscando la vida fuera de nosotros, pues la tenemos en nuestro interior.
El tiempo hace historia; ésta no se hace con un objetivo político…no hay que olvidar que la inmensa mayoría de los crímenes colectivos fueron cometidos en nombre del bien, la justicia, y el “buen vivir”.
Vivimos en un mundo traspasado por la desdicha y el odio, en un planeta atosigante donde cada día zozobramos ante fuerzas abstractas que nos dominan; en un mundo que ha banalizado todo, hasta la vida.
Pensemos que el paraíso se halla en un corazón puro en el que tienen su estancia, el amor, la paz, la libertad, la justicia, la dignidad y la solidaridad humana. (O)







