
Las araucarias del Parque Calderón, que han acompañado la historia urbana de Cuenca durante 150 años, dejaron de crecer alrededor del año 2000 y atraviesan una etapa de «muerte regresiva», es decir, están muriendo desde la punta hacia abajo.
Un análisis técnico determinará si, en un plazo de 5 a 10 años, las araucarias serán reemplazadas por nuevos ejemplares de la misma especie o por árboles nativos adaptados al entorno urbano de Cuenca. Esta decisión incluirá una discusión ciudadana y el criterio de expertos.
La Empresa Municipal de Aseo de Cuenca (EMAC EP) lleva a cabo un estudio técnico en conjunto con el Comité Consultivo de Arbolado Urbano conformado por especialistas de seis universidades del país:
- Universidad Nacional de Loja
- Universidad del Norte
- Universidad de Cuenca
- Universidad del Azuay
- Universidad Politécnica Salesiana
- Universidad Católica de Cuenca
El análisis, iniciado a mediados de febrero de 2025, incluye pruebas científicas como la dendrocronología, -el estudio de los anillos de crecimiento de los árboles-, aplicada por la Universidad Nacional de Loja (UNL), la única institución en Ecuador con un laboratorio especializado en análisis de madera.
Cuatro araucarias estudiadas
María Caridad Vázquez, gerente de EMAC EP, explicó que se han realizado evaluaciones a cuatro de las ocho araucarias del parque. Estos muestran que estos ejemplares dejaron de crecer hace más de dos décadas.
“Se utilizó un barreno para extraer muestras del núcleo del tronco sin causar daño. El análisis toma entre mes y medio y dos meses por ejemplar. Esto nos permite estudiar su estado interno e historial de crecimiento. El tronco es el testigo de vida que incluso revela cuándo el árbol sufrió estrés ambiental o enfermedades”, detalló.
Las araucarias fueron plantadas el 3 de noviembre de 1875 por el expresidente Luis Cordero. Aunque en su hábitat natural pueden vivir más de 500 años las condiciones urbanas —como la compactación del suelo, la contaminación, las sequías y las intervenciones humanas en el parque— han acelerado su desgaste.
“No se recomienda su tala, porque esta especie muere en pie. Sin embargo, las ramas secas y pesadas sí representan un riesgo por lo que se realizan podas preventivas”, agregó Vázquez.
El estudio está liderado por Darwin Pucha, docente de la UNL y especialista en dendrocronología. En las conclusiones se establece que las araucarias presentan un alto riesgo de mortalidad debido a su estado actual, aunque el plazo exacto de vida restante se conocerá cuando concluyan los análisis de los ocho árboles, previsto para el mes de septiembre.
Aquellas en peor estado podrían requerir intervención en un plazo de unos cinco años. No obstante, los técnicos han propuesto medidas para extender su vida útil, entre ellas podas para eliminar ramas secas y evaluar técnicamente su estado fitosanitario.
Para esto, la EMAC ha adquirido equipos como un resistógrafo, un tomógrafo y sensores tipo aros que se colocan alrededor del árbol para monitorear el estado estructural y sanitario de cada ejemplar.
Nuevos ejemplares de araucarias
Aunque no se ha tomado una decisión definitiva sobre la sustitución de las araucarias, la EMAC ha previsto un plan de acción.

Gustavo Clavijo, responsable del vivero municipal, detalla que se cultivan 41 ejemplares de la misma especie (Araucaria columnaris), de las cuales ocho han sido seleccionadas como posibles reemplazos y tienen una altura de unos cinco metros.
“Las semillas se adquirieron en el país, procurando que pertenezcan a la misma especie que las del parque”, indicó Clavijo.
El proceso de cultivo es meticuloso: se siembran en sustratos especiales, reciben fertilización dos veces al año y se podan cada tres meses. Además, el riego es diario y controlado.
“Para un jardín particular una araucaria podría estar lista para trasplante en seis o siete años, pero si es para el parque Calderón necesitamos que tengan entre 12 y 15 metros de altura. Eso toma unos 10 a 12 años”, explicó.
Una vez trasladadas al Centro Histórico, su mantenimiento deberá ser constante: riego frecuente, limpieza de maleza y monitoreo semanal.
Para la plantación, es fundamental realizar un trabajo profesional en el suelo, asegurando que tenga una estructura adecuada y esté suficientemente suelto, así como una textura apropiada con proporciones correctas de arcilla, limo y arena, similares a las que requieren las plantas en su entorno natural.
Clavijo indicó que, aunque estas especies pueden vivir siglos en su hábitat natural, en entornos urbanos ese ciclo se acorta considerablemente.
“Las actuales araucarias vivieron una vida acelerada: durante 150 años trabajaron al 100 %, y eso redujo su longevidad”.
¿Reemplazo o reinvención?
La decisión de replantar la misma especie o introducir árboles nativos, en unos 5 a 10 años, está abierta al debate.
“En caso de que tengan que reemplazarse hemos tomado la previsión. Sin embargo, tiene que haber una discusión social más amplia, más ciudadana», indicó la gerente de EMAC EP.
“Existen dos posturas: una que defiende el uso de especies nativas para garantizar un mejor crecimiento, calidad de vida y un proceso de educación ciudadana sobre su significado; y otra que cree que deben ser araucarias porque viene desde el contexto histórico, las sembró Luis Cordero».
El comité consultivo aún no ha emitido una recomendación sobre la especie que podría ocupar su lugar.
A las sesiones se invita a personas según los temas que se abordan. Pueden participar historiadores, biólogos y expertos en árboles, quienes aporten sus criterios en cada ámbito.
En caso de que se retiren las araucarias existe interés de artistas locales para reutilizar la madera de los árboles y transformarla en esculturas u obras conmemorativas. (PNH)-(I)
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