Jorge Mario Bergoglio, el primer cardenal de Hispanoamérica en ser nombrado Papa, ha muerto. Falleció horas después de aparecer en el balcón del Vaticano para dar la bendición en la Misa de Pascua con la cual se celebró la resurrección de Cristo.
“La paz no es posible sin libertad religiosa” fue una de las últimas reflexiones de Francisco. La escribió, y fue leída por uno de sus colaboradores en aquel acto público.
A lo largo de su papado, desde 2013, el jesuita pronunció cientos de frases, hilvanadas desde sus reflexiones, a la luz del Evangelio; por la realidad, por la experiencia, por las peripecias, algunas amargas, duras, experimentadas por la Iglesia Católica; también por todo cuanto ocurre en el mundo, de cuyos problemas como los económicos, las guerras, la corrupción, el abuso del poder, las desigualdades sociales, el poder depredador del capitalismo, la coerción impuesta por otros sistemas, la intolerancia a las libertades sexuales, no le fueron ajenas. Al contrario, según los casos, los enfrentó o pidió comprensión. También condenó a sacerdotes y obispos pederastas, y en nombre de la iglesia ofreció perdón a las víctimas.
Ecuador no olvidará su visita hecha en julio de 2015, como los demás países a los cuales viajó, llevando su mensaje cristiano, de tolerancia, justicia y de paz. Tampoco su voz de aliento y la bendición “Urbi et orbi” impartida cuando la pandemia por el Covid-100 amenazaba a la humanidad.
Aquellas frases circulan por redes sociales. Ojalá sean valoradas, puestas en práctica, desde los gobernantes hasta el más común de los mortales, sean o no católicos.
Otro dato digno de resaltar de Francisco, como parte de su desposeimiento, es la manera de cómo deben sepultarlo. Nada de suntuosidad. Como todos los demás.
A esperar el cónclave, la salida de humo blanco y el “habemus papam”. El exarzobispo de Cuenca, ahora cardenal del Ecuador, monseñor Luis Cabrera, estará entre quienes elegirán al sucesor de Francisco.
