
A tres años de su regeneración e inauguración con los mejores augurios para el turismo, las obras ejecutadas en el Mirador de Turi se destruyen.
Se invirtió $1,4 millones de un crédito otorgado por el Banco del Estado al municipio de Cuenca.
La regeneración marcó un hito para el turismo en la parroquia Turi, el balcón desde se mira a Cuenca en 360 grados.
Florecieron negocios de toda naturaleza y de costos también, se potencializaron los existentes, aunque precarios; miles de turistas locales, nacionales y extranjeros, llegaban al lugar. Este movimiento se expandió por todo lado.
¿Y ahora? En la balaustrada, los tablones están sueltos; igual los adoquines colocados en las vías principales, además de estar rotos; la galería construida para exhibir las artesanías se cae a pedazos a causa de las filtraciones de agua. También hay daños en el teatro.
En conclusión, los daños estructurales son graves. El flujo turístico está a la baja. Y seguirá por la pendiente si no hay la intervención urgente.
La preocupación de las autoridades parroquiales, de la población, de los comerciantes, es general, hasta desesperante, como no puede ser de otra manera.
Solo para arreglar las vías se necesitarían USD 400 mil, según el presidente del GAD Parroquial.
Lo de la balaustrada y galería es mucho más grave. Su administración, previo la firma de un convenio de uso entre el Consorcio Mirador de Turi y la Municipalidad, es responsabilidad de la Empresa de Desarrollo Económico del Municipio (Edec).
Pese de tener un proyecto para adecuar la galería, no puede intervenir por cuanto se revisan las condiciones del contrato. Además, un proceso fiscalizador está en marcha.
Si las obras construidas hace apenas tres años se caen a pedazos, ¿de quién es la responsabilidad? ¿Del constructor? ¿De la fiscalización? ¿De ambos a la vez?
Cuenca, su parroquia Turi, no merecen obras hechas a la ligera, como si $1,4 millones fueran poca cosa.