La “viveza criolla” es parte de la política ecuatoriana desde el nacimiento mismo de la República.
En teoría, el nepotismo está prohibido en el sector público, habiéndose determinado ciertas reglas para establecerlo como tal en función de los grados de afinidad y consanguinidad.
La propaganda oficial nos habla del “nuevo Ecuador”. En el plano legislativo también se habla de la “nueva Asamblea”; es decir, una Asamblea remozada, diferente a las anteriores, a tono los tiempos actuales.
Claro, una Asamblea la hacen los asambleístas, los actores políticos en ella representados, la calidad intelectual de ellos, también su conducta ética, incluso su pasado, el de su familia.
Sin embargo, a juzgar por los últimos acontecimientos ocurridos en el Legislativo actual, la “viveza criolla”, el oportunismo, o como se lo quiera llamar, a varios “honorables” les ha llevado a burlar las normas internas o a interpretarlas a su antojo.
Ha ocurrido, entonces, el canje de favores entre ellos. Familiares, incluyendo madres, de un asambleísta son contratados por otro de sus colegas. Este, a su vez, le retribuye con igual benevolencia. Como reza el adagio popular: “todo queda en casa”.
Vivezas como las anotadas no están castigadas por la Ley Orgánica de la Función Legislativa. Razón suficiente para reformarla.
Como no lo están, los legisladores, en especial los pertenecientes el movimiento del Gobierno, pusieron en práctica el canje.
De esa forma se fueron por encima del “nuevo Ecuador” promovido por el Gobierno, del insinuante discurso pro ética dado por el presidente de la Asamblea.
La coherencia es parte fundamental de la política. Quien no la practica no debe ser parte de ella.
Peor, si porque no está castigada la viveza criolla creen tener carta abierta para poner a agnados y cognados en la Función Legislativa, simplemente haciendo un cruce de atenciones a la carta.
Otra vez la ética en el parlamento ha sido ninguneada.