Abominable por donde se lo mire. Mientras cientos de miles de familias quiteñas desde el viernes anterior, literalmente, se mueren de sed a causa de la destrucción de una tubería, el Gobierno ha caído al plano pendenciero.
Ante la emergencia y la desesperación ciudadana, el Ministerio de Ambiente es la punta de lanza de esa actitud insana, hostil.
Acusaciones, declaraciones y mensajes en las redes sociales, abonan al enfrentamiento con la administración municipal.
Tal si la situación ameritara como para tomarse el pulso político, ver quien es quien, a cuál poder reclamar o culpa más el pueblo sediento y se va en su contra.
Es el aprovechamiento político de la crisis, como también ha ocurrido en otras partes del país cuando se presenta una emergencia de alto calado.
El municipio quiteño es el responsable directo de abastecer de agua potable a los habitantes de la capital.
Ante semejante daño, cualquier apoyo es bienvenido, ni se diga si proviene del Gobierno central.
Es cuando debe imponerse la sensatez, la coordinación perfecta, sentarse alrededor de la misma mesa y con criterio técnico, solidario, sumar los esfuerzos necesarios para solucionar el problema, no para ser parte de él, peor para profundizarlo en pro de intereses velados.
Quien paga las consecuencias de esa pugna, desigual por cierto, es la gente, cuya inteligencia sabrá percibirla, sopesarla y dar a cada cual su merecido.
Ya veremos este 25 de julio, aniversario de la fundación de Guayaquil. El Cabildo realizando su sesión solemne; el Gobierno la suya propia. Tal como ocurría en “el viejo país”. Sigue ocurriendo en el “nuevo Ecuador”.
En el caso de Quito, su alcalde Pavel Muñoz enfrenta su eventual revocatoria. El proceso está en la fase de recolección del número de firmas previsto en la ley.
¿Allí radica la posición pendenciera del Régimen, aprovechando la compleja crisis? Como para sentarse a pensar.