
La designación de Marlon Vargas Santi como nuevo presidente de la CONAIE genera expectativas pero también interrogantes.
Lo primero, por cuanto la conducción radical, feroz y alineada al correísmo, liderada por Leonidas Iza, el presidente saliente, sería reemplazada por el diálogo con el Gobierno, la búsqueda de consensos, el propugnar la unión de las bases indígenas y contribuir al mantenimiento de la paz social; pero sin renunciar a las justas reivindicaciones ni caer en el entreguismo.
Al menos en esos términos se pronunció Vargas al conocer su victoria sobre Iza, en tanto otros aspirantes fueron relegados sistemáticamente.
El tiempo y las circunstancias revelarán la nueva conducción del movimiento indígena, cuyo protagonismo político y organizativo, aun sobre las desavenencias entre sus diversas facciones y liderazgos menores, nadie pone en duda.
La CONAIE ha liderado varios levantamientos, siendo los dos últimos los más violentos, radicales y hasta vandálicos, cuyas consecuencias todos lo saben. Varias de sus secuelas aún persisten.
La mayoría de ecuatorianos siempre teme la repetición de esos actos, sin desconocer el legítimo derecho de los pueblos indígenas a protestar, pero sin poner el riesgo la economía del país, su infraestructura, ni se diga la vida humana.
De allí, entonces, la expectativa por un nuevo mando, de dejar atrás el radicalismo, la intransigencia y hasta la política del chantaje; también la de exigir derechos sin olvidar deberes y responsabilidades; igual, la de pensar en el país, sobre su realidad profunda.
Empero, Vargas fue uno de los baluartes para aquellos dos levantamientos. Por ello su designación despierta interrogantes. ¿Seguirá la misma línea fundamentalista de Iza o dará un giro cuando menos de 180 grados?
El Gobierno reaccionó con cautela tras la victoria de aquel líder amazónico.
Reiteramos, el tiempo despejará estas y otras dudas.